Juan Pablo Fernández invirtió 123.000 euros de sus ahorros en una planta fotovoltaica ubicada en Llerena. La central, participada por otra media decena de socios, se puso en marcha en el octubre 2007. "Invertí por la rentabilidad pero también porque creo en las energías renovables", asegura. Este prejubilado de banca cordobés de 56 años desgrana cómo paulatinamente fueron menguando los ingresos, con medidas como el recorte horario --que supuso una disminución, calcula, del 20% de ellos-- o el impuesto del 7% a la producción eléctrica. Ahora, con la reforma energética, directamente "ya no sé cuánto va a quedarme. Que el Gobierno se quede con la planta y con lo que he ingresado pero que me devuelvan lo que he invertido", afirma. A día de hoy, tiene claro que no volvería a optar por esta inversión. "Lo que ha pasado aquí es peor que lo de las preferentes. Aquí había un BOE, que yo me leí de pe a pa con unas condiciones que había que cumplir". Los ingresos netos que ha recibido por la planta han oscilado entre los 6.000 y los 12.000 euros anuales, pero "esto no es un bono, que al final recuperas el capital. En 25 años la planta se va a la basura", arguye. .