Zhi y su esposa Qiao llegaron a Cáceres en enero, abrieron un restaurante japonés y en seis meses, desde el alcalde José María Saponi hasta el cacereño más recio y castizo se han acostumbrado a comer pescado crudo envuelto en arroz y en algas. La historia de esta pareja de extremeños adoptivos es un ejemplo de emigrantes luchadores que han descubierto los encantos de Cáceres y de Navalmoral de la Mata y se han adaptado perfectamente a las circunstancias.

Su vida dio un giro impensado cuando ella, Qiao, llegó a Madrid con 18 años y un visado conseguido por sus padres; cuando él, Zhi, decidió venirse a estudiar español con 26 años y acabó poniéndose a trabajar para salir adelante. Dos años después de llegar a España, coincidieron trabajando en un gran restaurante chino del barrio madrileño de El Pilar llamado Gran Muralla. "Nos enamoramos y nos casamos".

Zhi se colocó después en El Corte Inglés como reponedor mientras Qiao quedaba embarazada de su primer hijo, dejaba el restaurante y se iba a Talavera, donde vivía su hermana, para dar a luz a su hijo Yü, que hoy tiene 12 años. En Madrid nacería el segundo, Tao, al año siguiente, y el tercero, Min Yi, vino al mundo en Navalmoral de la Mata y acaba de cumplir los siete.

La hermana mayor de Qiao les habló de un pueblo cacereño llamado Navalmoral, no muy alejado de Talavera, donde podía ser interesante abrir un restaurante chino. Visitaron el lugar, les gustó, les pareció mejor que Madrid, mucho más tranquilo, pero con movimiento comercial, e inauguraron en 1993 el restaurante Gran Muralla.

LEJOS DE MADRID

En España siempre se habla de la mafia china, de que ustedes abren restaurantes que pertenecen a clanes y otras cuestiones un tanto oscuras. ¿Hay algo de cierto o se trata más bien de mitología cinematográfica nacida a partir de películas como ´Torrente´?

-- La verdad es que nosotros hemos preferido abrir el restaurante en un sitio diferente a Madrid para vivir tranquilos, a nuestro aire, viendo crecer a nuestros hijos, mandándolos a la universidad y siendo unos españoles más sin otros jaleos que en Madrid son más normales. En Navalmoral hemos sido más felices que nunca, hemos estado muy contentos, la clientela no nos ha fallado y hemos sentido el cariño de la gente morala. Teníamos muchos clientes de Almaraz y, aunque en 1998 abrió un segundo restaurante, el nuestro, que se llama Gran Muralla y sigue abierto, no lo notó.

En Cáceres había seis restaurantes chinos cuando ustedes llegaron. ¿No son demasiados?

-- No todos los restaurantes españoles son iguales y tampoco son iguales todos los restaurantes chinos. Nosotros damos comida más del norte, de la zona de Pekín, caracterizada por tener más salsas, por ser muy sabrosa, por aportar una pizca de picante. La del sur es menos sabrosa y se apoyan mucho en el arroz y en la verdura, mientras que la del norte se basa más en la pasta y en el trigo. Aparte de esto, nuestro restaurante es asiático, es decir, con comida japonesa, tahilandesa y china norteña. Zhi (el marido) se marchó tres meses a Japón en el año 1998 para poder aprender la técnica culinaria del sushi y del sashimi y de la salsa washami. También contratamos a un cocinero chino experto en comida tahilandesa.

¿Sabían ya que a los cacereños les gusta mucho enredar con las novedades y que estas comidas extrañas serían un éxito o ha sido una sorpresa?

-- Nosotros hemos venido a Cáceres porque los niños se iban haciendo mayores y queremos que estudien en la universidad. También porque es una ciudad tranquila y agradable. El barrio de Nuevo Cáceres nos pareció un lugar con mucho futuro y sin demasiados ruidos y cogimos aquí un piso y el local del restaurante. Al principio, los cacereños se mostraban un poco reticentes al sushi, pero lo probaban por curiosidad, se han habituado al pescado crudo y ya hay muchos con vicio de sushi. Incluso el alcalde lo toma.