El de Cañaveral ha sido uno de los primeros establecimientos en abrir del tramo extremeño de la Vía de la Plata. Lo hizo el 11 de mayo. «Vivo en el pueblo y no tengo trabajadores. Voy a tener los mismos gastos abierto que cerrado, así que si alguien viene, bien recibido es», arguye Martín Miguel, propietario del Hostel Cañaveral. En este mes ha recibido solo a dos peregrinos que se animaron a hacer la parte cacereña del camino, hasta Baños de Montemayor.

Las expectativas para el verano «son malas. El peregrinaje es muy estacional y se mueve en marzo, abril y mayo y luego septiembre y octubre. En verano son los menos, hace calor y las etapas aquí son largas», esgrime. Son pocos aunque vayan llegando a cuentagotas. «Hoy mismo he recibido una reserva de un grupo de cinco que vienen a caballo. La tenían en mayo y me han llamado para hacerlo un julio», explicaba el pasado martes.

Confía en que al menos se mantengan respecto a otros años las pernoctaciones que en verano realizan los turistas que bajan del norte con destino a las costas andaluzas y que hacen una noche en el camino.

Posteriormente, de cara al otoño, «sí es cierto que se han puesto en contacto conmigo empresas, tanto alemanas como inglesas, que nos están pidiendo información para saber cómo nos ha quedado el aforo y si se mantienen los precios, porque dicen que ellos sí están teniendo demanda de gente que se está interesando».

Poner geles hidroalcohólicos, entrar de uno en uno en los baños, incrementar la frecuencia de su limpieza, meter las mochilas en bolsas de plástico o lavar las sábanas a 60 grados y entregárselas a los clientes dentro de una bolsa. Estas son algunas de las recomendaciones que tiene que seguir y que serán una carga extra de trabajo. «Los protocolos parecen más orientados a grandes cadenas hoteleras que cuenta con un servicio de limpieza para hacerla continuamente, pero es que en mi caso soy yo el que tiene que limpiar, atender al cliente, hacer recepción…».