Hace un par de años que Manoli Gómez comenzó a vender menos vestidos que en los 13 años anteriores, el tiempo que lleva abierta su tienda de trajes de fiesta Maite Liébana. "Ha tardado mucho en llegar, pero nos ha llegado", afirma la empresaria, que asegura que el último año ha sido "el peor" y cifra en torno a un 15% el descenso de las ventas en ese tiempo.

"Esto no es una carnicería, en este sector la gente se contiene más", asegura. Se queja de que un pequeño comercio "tiene que defender muy bien cada uno de los productos que tiene a la venta" y que no pueden competir por ello con otras grandes cadenas.

Por eso su receta para pasar el bache es ajustar los pedidos para que la ropa no se quede en las estanterías. "Medimos mucho lo que pedimos para que nos sobren prendas". Y otra básica: "en las ofertas estiras al máximo para dejarlo a precio de costo". "Eso es mejor --añade-- que el que se quede en el almacén".