Entre los más de 15.000 aspirantes que se presentaron en febrero al último examen MIR, Carlos Uñac Ortiz quedó el 348. Ese número significa que consiguió una buena nota y pudo elegir plaza de residente el primer día de adjudicación. ¿Y qué eligió? Quedarse en su tierra. Fue, de hecho, el primero que escogió una de las 153 plazas MIR ofertadas en Extremadura.

Tras barajar varias especialidades, Carlos se decantó por Oncología Médica en el Hospital Universitario de Badajoz. La decisión no fue sencilla, dice. «Lo pensé muy bien, por un lado sé que Badajoz no es una ciudad tan grande como otras y eso tiene reflejo en los recursos que puede tener su hospital, pero también es cierto que en muchos aspectos no tiene nada que envidiar a centros más grandes. Los equipos están muy implicados en la docencia, tiene muchos puntos fuertes y no deja de ser el hospital de referencia de la comunidad y creo que voy a recibir una formación muy completa. Luego están los factores más personales, la familia y los amigos están cerca», cuenta.

En cuanto a la especialidad en la que se formará, dudó entre varias. «Me gustan las más generalistas, que no traten solo una parte del cuerpo, sino que vean a la persona como un todo. Por eso me gustaban principalmente Anatomía Patológica, Medicina Interna y Psiquiatría, pero finalmente opté por Oncología Médica; es una especialidad que pasa más desapercibida durante la carrera pero siempre me había gustado y a la hora de elegir, lo vi claro». El momento de la decisión no es fácil. «Te dejas llevar un poco por las asignaturas y por las prácticas que has hecho en el hospital, pero es verdad que eso no es suficiente y tienes que investigar un poco por tu cuenta y pensar ya no en asignaturas, sino en el tipo de pacientes y enfermedades que quieres ver y tratar a lo largo de tu vida». Y él se interesó también por la forma de trabajar en otros hospitales de fuera de la región, de Madrid, Barcelona, Sevilla e incluso Valencia.

Este joven de Almendralejo, siempre había pensado en estudiar Medicina «pero no estaba seguro hasta que empecé Bachillerato, aunque también dudaba con Matemáticas», reconoce. Se aplicó durante esos años en el instituto para alcanzar la mayor nota posible y tener abiertas todas las posibilidades. Y cuando llegó el momento eligió Medicina. «Mi vocación se fue confirmando a lo largo de la carrera». La etapa universitaria fue «sacrificada, porque es una carrera que te quita mucho tiempo de estar con tu familia y tus amigos y necesitas visualizar constantemente tu objetivo para seguir motivado; se hace duro, sobre todo los cursos centrales, pero merece la pena».