Seguramente sin saberlo Esmeralda Rodríguez está contribuyendo a romper tabúes. Siempre ha estado trabajando en el campo: en la recogida de pimientos, de tabaco, en la saca de madera,... y ahí, en el campo, encontró su verdadera vocación. Hace más de una década cambió los aperos de labranza por el traje ignífugo para dedicarse a apagar los fuegos declarados en los montes extremeños. «Siempre me ha llamado mucho la atención este mundo, mi marido también trabaja en esto -en un retén en Monfragüe- y poco a poco me fui metiendo», cuenta Esmeralda, cacereña de 42 años.

Es una de las pocas mujeres que integran la plantilla del Plan Infoex, que está formada actualmente por cerca de 700 trabajadores -durante el verano se suman alrededor de 180 efectivos más de refuerzo superando los 800 empleados-. Entre la totalidad de plantilla, apenas se contabiliza una veintena de mujeres y solo una quincena de ellas está en primera línea de fuego como es el caso de Esmeralda, una de las cinco peones especializados en retenes terrestres del Infoex.

Además, dentro del personal del Plan Infoex hay otra mujer peón en un retén helicóptero; dos mujeres vigilantes; otras tres emisoristas; dos jefas de sendos retenes (uno terrestre y otro de helicóptero) y cuatro coordinadoras, entre ellas la coordinara regional del plan, Carmen Martín.

«Sin darme cuenta me fui metiendo, un día decidí apuntarme a la bolsa de peones del Infoex y aquí estoy». Esmeralda es miembro de la cuadrilla de uno de los dos retenes terrestres que existen en el puesto de la localidad de Garbayuela, en plena Siberia extremeña y a cientos de kilómetros de su casa, que se ubica en su localidad natal, Serradilla, en la provincia de Cáceres. Aún así, lejos de su marido y sus dos hijos de 15 y 18 años, se siente plena y feliz.

«El trabajo de un retén siempre se ha visto exclusivamente para hombres, pero somos igual de válidas y la prueba está en la experiencia de las mujeres que nos dedicamos a esto», defiende. «A la hora de trabajar somos todos iguales, yo soy una más del equipo desde el primer momento y hago lo mismo: me pongo en punta de lanza, tiro mangueras, cojo la moto desbrozadora en invierno,...», asegura.

Esmeralda reconoce que cuando comentó por primera vez en casa sus aspiraciones, de entrada, no la tomaron muy en serio, «pero enseguida tuve el apoyo de mi marido y mi familia que me animaban para conseguirlo». Entre los compañeros se respira el mismo ambiente. «En un primer momento puede haber cierto recelo porque no están acostumbrados a vernos trabajar en este mundo, pero en cuanto te pones manos a la obra ellos mismos se van dando cuenta y ven que la mujer también tiene su lugar aquí, que tú haces lo mismo que ellos. Desde el primer momento he sido una más entre mis compañeros, nunca he llegado a sentir discriminación», cuenta.

Mantenerse en forma

Esta cacereña empezó trabajando con Tragsa hasta que en el 2013 entró a formar parte de la bolsa de empleo del Infoex tras superar un examen y las pruebas físicas, que para las mujeres son ligeramente distintas en los tiempos de ejecución: dos kilómetros corriendo en menos de 9,56 minutos -los hombres tienen 9 minutos-; 300 metros en 66,800 segundos -60 segundos para ellos- y levantar 25 kilos con 15 repeticiones en 30 segundos -ellos tiene que levantar 35 kilos-. «Tienes que estar en forma y preparada para defenderte en el campo». Ni ella misma se habría imaginado nunca apagando fuegos: «no se me pasaba ni por la imaginación hace años, pero estoy encantada», dice. Con su experiencia quiere reivindicar la presencia femenina en aquellos trabajos en los que no existen muchas mujeres. Pero no es su única reivindicación, además quiere poner en valor el trabajo que los miembros del Infoex realizan no solo en verano. «También existimos en invierno y es fundamental la labor que realizamos para evitar que los daños sean mayores cuando se producen los incendios».

En esta época de peligro bajo de incendios forestales, además de poder disfrutar de las vacaciones que no ha tenido la plantilla en verano, se realizan fundamentalmente trabajos selvícolas en los montes para prevenir incendios. «En verano nuestra labor consiste en la extinción de los fuegos que se declaren, pero en invierno hay que arreglar y preparar el campo: hacer cortafuegos, desbroces, podas, arreglar los puntos de agua, agrandar pistas,... es un trabajo distinto pero muy necesario también». Su sensación es que la sociedad se olvida de estos profesionales cuando termina el verano. «La gente solo nos ve cuando hay un incendio, luego es como si no existiéramos». Por eso considera necesario que se les reconozca la categoría de bombero forestal que llevan años reclamando. «Puede que a nivel personal no suponga nada, pero es una forma de valorar el trabajo de mucha gente que hace una labor tan esencial y necesaria como el del bombero de ciudad. Me alegraría en el alma este reconocimiento», espeta.

Sin embargo, durante el invierno también siguen estando prevenidos ante cualquier fuego que pueda surgir. «Una de cada cuatro semanas tienen que hacer guardias y están disponibles exclusivamente para la extinción de posibles incendios», explican desde la Consejeria de Medio Ambiente y Rural.

El primer incendio

Esmeralda todavía recuerda el primer incendio al que se enfrentó de cerca. «Pasé muchos nervios porque no sabía qué me iba a encontrar realmente por mucho que te lo cuenten. Sentí una presión en el cuerpo, pero cuando llegas allí te serenas, coges las herramientas de trabajo y te pones a lo que tienes que hacer… pero es cierto que nada más llegar no puedes evitar pensar dónde estoy metida. Es un trabajo muy gratificante porque cuando logras apagar el fuego te sientes muy satisfecha». Pero para llegar a la extinción hay mucho trabajo por hacer, en condiciones duras y a veces peligrosas.

«Sí he sentido miedo alguna vez, recuerdo especialmente una noche que nos metimos por un camino que no tenía salida y de repente empezaron a gritarnos que saliéramos de allí. No ocurrió nada, todo se quedó ahí, pero sí sientes temor», cuenta esta cacereña que lleva más de tres años como interina destinada en Garbayuela. ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando reciben el aviso de un nuevo incendio? «Pienso en llegar cuanto antes a la zona afectada -como máximo disponen de media hora para estar en el lugar del fuego- y en regresar pronto a la base porque eso significa que el fuego no ha sido muy grande», relata.

Con su experiencia, Esmeralda Rodríguez deja claro que el sexo no determina en ningún caso el puesto de trabajo, aunque reconoce que, en general, para enfrentarse a un incendio sí hay que tener una pasta especial: «Hay que ser atrevida, saber mantener la calma y amar lo que haces, esa es la clave de todo, porque cada fuego es distinto y nunca sabes lo que te vas a encontrar».