Con un pregón "jaranero", cargado de chistes y buen humor, dieron anoche el pistoletazo de salida al Carnaval de Badajoz 2013 los pregoneros, Antonio Sansinena y Gregorio González Gori , componentes de la murga Jarana, que durante 24 años sembró de estilo propio el concurso, como recordó anoche el presentador, Emilio González Barroso. Los murgueros aparecieron con dos testimonios fieles de la historia del grupo, Sansinena vestido de pescadero, el disfraz que les dio el primer premio, y Gori de Padre Bonete. Lo primero que hizo fue dar su bendición a los presentes y después "botar", como le pedían desde abajo. Los dos murgueros se subieron al balcón del ayuntamiento por primera vez "y lo que será el poder que ahora mismo os daría un trabajo a tos ", bromeó Sansinena dirigiéndose al público, que llenaba la plaza de España con ganas de fiesta.

No podían faltar las referencias a la crisis, pero con mucha gracia y animando al público: "nos podrán recortar los sueldos, nos podrán recortar las pensiones, pero no nos recortarán la ilusión de vivir el Carnaval". No podían faltar las referencias a su murga y la añoranza de que este año no saldrá: "Pues no salimos porque en diciembre se acababa el mundo y qué adelantas con ensañar tanto pa ná , ya no te puedes fiar ni de los Mayas".

Como también añoran otros tiempos: "Los inicios de nuestro Carnaval, la calle, esas familias y amigos que se vestían con cualquier cosa, la verdadera esencia del Carnaval de Badajoz. Ahora solo prima ir lujoso y elegante", según Sansinena, a lo que Gori contestó rimando: "Pues yo en Primark me compro hasta los guantes". Y para rematar, algunas bromas con quienes mandan. Como cuando Sansinena propuso que todas las decisiones importantes para la ciudad se toman en Navidad. "¿Por qué?", preguntó Gori. Pues porque es "cuando tiene más luces el ayuntamiento".

Terminaron como empezaron, con rimas, pues "sería una dicha" que el Carnaval empiece "con una buena sonrisa". Como las que se marcaron los concejales del equipo de gobierno, disfrazados de chinos mandarines de Casa Espada, o los del grupo socialista, de enfermeras del siglo XIX, con camilla incluida, alertando con picardía de hacia dónde va la sanidad pública.