El próximo 12 de octubre, se cumple el 75 aniversario de la coronación de la Virgen de Guadalupe como reina de las españas y patrona de Extremadura. El monasterio guadalupense es desde 1908 una fraternidad franciscana. En Extremadura radican cinco (dos en Cáceres, Palancar, Mérida y Guadalupe) de las 17 fraternidades de la provincia Bética franciscana, que incluye Andalucía occidental, Canarias y la propia Extremadura.

El padre guardián de Guadalupe, que equivale al prior o al abad de otras órdenes, es el extremeño Guillermo Cerrato Chamizo, que llegó a este cargo tras desempeñar el de ministro provincial, máxima autoridad de la orden, durante nueve años en la Bética franciscana.

Antes de ser provincial y guardián de Guadalupe, fray Guillermo, que es como se le conoce en el monasterio y en la puebla de Guadalupe, fue párroco en el pueblo cordobés de Belalcázar, formó parte de una pequeña fraternidad franciscana en La Algaba (Sevilla), llevó la fraternidad de pastoral juvenil y vocacional sita en el colegio San Antonio de Cáceres y fue maestro de novicios durante cinco años en el monasterio del Palancar.

No se puede decir que sea usted una persona quieta y adocenada.

-- He estado siempre bastante disponible para las labores que mis superiores creyeran que debía desempeñar. Una de mis ilusiones era formar una pequeña fraternidad en algún pueblo o barrio sencillo del extrarradio de Sevilla. La primera vez que lo propusimos no fue posible. La segunda, sí. Nos trasladamos al pueblo de La Algaba, donde vivimos tres hermanos entre 1980 y 1983. Era una labor de presencia sin institución eclesial propia ni casa propia, conviviendo en 50 metros cuadrados. Hacíamos una labor de escucha y orientación y la gente sabía que podía contar con nosotros. Pero uno de los hermanos lo dejó y la experiencia se empobreció y se acabó. Esas experiencias deben ser temporales y para una edad determinada. Le cuento un secreto: ahora soy incapaz de dormir en una habitación con otros dos compañeros como no sea por verdadera necesidad. En aquel tiempo no me importaba aguantar los ronquidos.

LLEGA A CACERES

Tras esa experiencia se viene usted a Cáceres y organiza la nueva fraternidad franciscana de pastoral juvenil y vocacional en el cuarto piso del colegio San Antonio. ¿Esto tuvo que ver con la labor del padre Pacífico?

-- Sí, efectivamente. En los años 70-80 casi se habían acabado los seminarios como espacio específico de la orientación vocacional. En 1983 ya ni teníamos seminario y comenzamos a trabajar en Cáceres con aquellos chicos que nos habían planteado alguna inquietud de hacer un planteamiento de opción evangélica. En ese piso del colegio San Antonio, los chicos que a partir de los 15 años manifiestan interés por conocer nuestra vida comienzan a vivir experiencias en grupo. Cuando abrimos esa cuarta planta del San Antonio en 1984, teníamos trabajando con nosotros, que éramos cuatro hermanos, a 12 chicos de 14 años en adelante.

¿Notan ustedes también la falta de vocaciones?

-- Vivimos tiempos de escasez por muchas causas. Pero tenemos que dar gracias a Dios porque no nos han faltado nunca. Este es el primer año que no tenemos novicios, pero sí contamos con postulantes, con aspirantes al noviciado. Cuando yo acabé, éramos 14 novicios, ahora es un éxito que terminen tres el noviciado. En este momento tenemos siete profesos simples.

Por su experiencia con los jóvenes, ¿cómo ve su evolución desde los años 70 hasta hoy?

-- La juventud de los 70 estaba formada en la responsabilidad y tenía ganas e ilusión por comprometerse. En los 80, se fue hacia el descompromiso y la irresponsabilidad, no sé si por culpa de la gente joven o porque los mayores no hemos sido capaces de educarlos en el compromiso y la responsabilidad, sino más bien en el pasar de todo y en la actitud agnóstica de no confiar en nada ni en nadie y de tampoco entregar la vida por nada ni por nadie.

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