Esta es la más triste historia que el azar me ha dado a conocer". Así empieza su crónica de la matanza de Badajoz el periodista Jay Allen. Las tropas dirigidas por el teniente coronel Yagüe habían abandonado la ciudad afín a la República días atrás, dejando centenares de cadáveres tras una feroz represión llevada a cabo después de su toma el 14 de agosto de 1936.

El Chicago Tribune , para el que trabajaba Allen, publicó el 30 de agosto las informaciones que ya habían sido difundidas por otros periodistas como el portugués Mario Neves, el primero que dio la noticia tras cruzar la frontera desde Elvas. Pero la repercusión que tuvo con el diario norteamericano despertó la repulsa internacional. La de Allen es una de las 30 crónicas que se recogen en la exposición Corresponsales en la Guerra de España , coproducida por el Instituto Cervantes y la Fundación Pablo Iglesias.

Inaugurada ayer en el palacio de exposiciones y congresos de Mérida por el presidente de la Junta y por Alfonso Guerra, como presidente de la Fundación Pablo Iglesias, la muestra es un homenaje y una reivindicación del periodismo en tiempos de guerra. Allen, junto a Neves, Hemmingway, Dos Passos, Mijail Koltsov o Geoffrey Cox dieron a conocer un conflicto que "enfrentaba dos visiones del mundo", afirma Carlos García Santa Cecilia, comisario de la muestra.

TALENTOS Ellos representan, como aseguró el historiador Hugh Thomas, "la edad de oro" de los corresponsales de guerra. Ni antes ni después volvería a reunirse tanto talento ni la cobertura que se dio a esta guerra sobre ambos frentes sería tan exhaustiva.

Junto a la matanza de Badajoz, se reproducen crónicas sobre la toma del Alcázar de Toledo, el bombardeo de Guernica o la batalla de Teruel. También se incluyen entrevistas históricas, como la que concedió Franco al Diario de Lisboa en agosto de 1936, o la del anarquista Durruti poco antes de su muerte.

Del frente a la retaguardia, de los ministerios a los cuarteles de campaña, al atardecer muchos corresponsales se reunían en la Telefónica en Madrid, propiedad de la estadounidense ITT. A través de París y Londres enviaban sus crónicas. Allí, también comían y dormían. Subían a la azotea del edificio, entonces el más alto de España, y podían incluso observar los combates en las proximidades de la capital.

En 1937 ya pululaban por Madrid corresponsales como los Hemingway, Dos Pasos y Martha Gellhorn, que habían viajado a España para conocer la guerra, pero también para combatir en ella por sus ideales. Se alojaban en el hotel Florida, lugar de intrigas, recelos y amores.

En esta afluencia de periodistas hubo espías emboscados, como el británico Kim Philby, que salió de España convertido en