Para Lucila Carretero, de 74 años, y su amiga María del Carmen Martín, de 64, el Carnaval es diversión y ganas de pasarlo bien. Vestidas de ´abanico de invierno´, explican, se disfrazan todos los años. No han perdido la ilusión a pesar de que el Carnaval cacereño vaya cada año más a menos. "Nos da igual. Formábamos parte del grupo del hogar de la Peña y salíamos siempre al desfile. Aunque desapareció, seguimos disfrazándonos", añaden.

La ilusión que contagian se mezcla con la música de la orquesta Transilvania, que suena en el baile de disfraces organizado por el ayuntamiento y la residencia de mayores de la avenida de Cervantes. Los que ocultan su cara con una máscara a ritmo de pasodoble son los menos, aunque sí los hay que han apostado por el disfraz.

Es el caso de los grupos los Retoños y la guardia del Vaticano, con más de 20 miembros, entre ellos Juan Francisco, Paco, Gabriela y Felipe. Ellas iban de goyesca; ellos, de dorado y negro, con unos trajes preparados en el taller de corte y confección de la Universidad Popular de Cáceres. "A nosotros nos encanta, pero el Carnaval va quedando para niños y mayores", explican los integrantes de esta formación. Recibieron premios del concurso municipal en el que también se reconoció a los mejores en individual y parejas.

Alegría y pasodobles

La música se ha detenido y la alcaldesa, Carmen Heras, entra en liza: "Gracias por mantener vivo el Carnaval", afirma en el salón de la residencia, repleto de mayores que no han parado de bailar. A continuación, el humorista Franquete pone la guinda: "Vamos a cantar la tarde que me dio el tío del tambor". Y no le falta razón. Un espontáneo había dado buena cuenta antes del instrumento de marras.

Antonio Machacón, presidente de la junta de gobierno de la residencia, está contento con la acogida de público. Francisco Iglesias, su director, también. Y es que el Carnaval se convierte en una gran fiesta para gente a la que no le importe la edad.