"La familia está por encima de la empresa". Esta frase --una de las favoritas del decálogo de preceptos que rigen los pasos de José María Ruiz-Mateos (Rota, Cádiz, 1931)-- define la idea de corporación que tiene el fundador de Rumasa y propietario de Carcesa, una de las mayores empresas agroalimentarias de Extremadura, productora de las marcas Apis y Fruco en tres fábricas que emplean a más de 300 trabajadores en Mérida, Don Benito y Montijo. Si hay una entidad donde el concepto de empresa familiar ha sido llevado hasta los últimos extremos, esa es la que identifica la famosa abejita. Desde la madre hasta el menor de los 13 hijos, todos comparten, junto a los genes --solo hay que observar el marcado parecido físico que los empareja para comprobarlo--, un unísono compromiso con la compañía que da de comer al clan al completo.

Aunque cada uno ha formado ya su propia familia (solo Alvaro, el más joven, continúa soltero), los Ruiz-Mateos son como células de un mismo órgano: funcionan todos a una, de manera solidaria y con identificación plena con la causa común. Educados en una estricta moral católica --el padre fue expulsado del Opus Dei, pero presume de haber donado cantidades millonarias a los Legionarios de Cristo--, a ninguno le dio por hacer cine o meterse a explorador. Marcados por el trauma de la expropiación y el posterior vía crucis judicial que persiguió al padre en los años 80, nadie optó por volar de la colmena. La refundación de Rumasa, que puso en pie la primera celda del nuevo panal en 1986, la hizo esta vez Ruiz-Mateos con el apoyo de sus seis hijos varones, que se han ido incorporando al proyecto conforme acababan los estudios.

Las siete hijas fueron educadas "para ser madres de familia", según ha defendido Teresa Rivero, la matriarca, un concepto que no incluía dar la cara por la empresa, aunque la mayoría ha permanecido estos años obrando en la sombra por la causa común: Rocío y Almudena llevan el gabinete de prensa, Begoña echa una mano en la oficina, Patricia colabora como consultora desde Londres, Paloma fue la autora del tartazo a Miguel Boyer y solo Socorro y Nuria se mantienen al margen. Falta saber si tras las deudas que hoy asolan a la corporación, Ruiz-Mateos edificará la tercera Rumasa sobre sus (de momento) 35 nietos.

En el plano estrictamente societario, cada empresa de Nueva Rumasa tiene una matriz detrás. Cárcesa, por ejemplo está controlada por Ruiz-Mateos a través de Grupo Apis SL. Aunque tres hijos del patriarca --José María, Zoilo y Alfonso-- gestionan la mayoría del grupo, en el caso de la firma extremeña entra en escena en todo este entramado el sobrino Zoilo Pazos Jiménez, que es administrador único del citado Grupo Apis SL y que, según los datos que figuran en el Registro Mercantil, acumula 48 cargos en 36 empresas vinculadas a Nueva Rumasa.

La otra familia --la laboral-- de Ruiz-Mateos en Extremadura está compuesta por los más de 300 trabajadores de Carcesa y de Cárnicas Oliventinas. El fundador de las Rumasas desembarcó en la región hace casi tres años, anunciando en marzo del 2008 la compra de las plantas de Carcesa en Mérida, Montijo y Don Benito. Dos de sus primeras decisiones fueron anunciar una paga extra a todos los empleados y el traslado de la sede social de Carcesa de Barcelona a Mérida, donde paga sus impuestos desde entonces.

En agosto del año pasado, anunció la compra del matadero de Olivenza, donde prometió importantes inversiones y la duplicación de la plantilla, hasta 80 empleados. Ahora, el futuro no está nada claro.