El incienso no perfuma las calles, no hay saetas desgarradas ante un cristo crucificado, ni promesas que caminan descalzas detrás de Jesús Nazareno. No hay músicos con uniforme marcando el son de los pasos, ni hermanos que los porten. No hay bullicio, ni aglomeraciones, tampoco turistas embelesados por el arte y la belleza de las imágenes cofrades.

Los bares y hoteles no están llenos de clientes hasta la bandera, ni los comerciantes pueden aprovechar para darle un empujoncito a sus negocios. ¿Dónde está la Semana Santa?

Este año, los pueblos y ciudades de la región viven con cierta impotencia la triste realidad que está ocasionando el coronavirus, con una acuciante crisis de carácter sanitario, que a su vez tiene importantes consecuencias en los principales motores económicos. La Semana Santa es una época clave para el sector turístico regional, con miles de visitantes que acuden cada año para disfrutar de las diferentes fiestas de Interés Turístico que durante estas fechas se celebran en Extremadura, algunas de ellas de carácter internacional, como la Semana Santa de Cáceres y Mérida; nacional como la de Badajoz y Jerez de los Caballeros o la Pasión Viviente de Oliva de la Frontera.

Debido a la cancelación de los actos y eventos que emanan de la Semana Santa, las pérdidas para el turismo regional serán millonarias, aunque por el momento no se han dado cifras concretas. Por poner un par de ejemplos: la capital cacereña atrajo durante el pasado año a más de 100.000 visitantes para disfrutar de los días de pasión, mientras que en Mérida fueron más de 30.000 turistas. El gasto que dejará de hacer cada visitante en bares, alojamientos y negocios conlleva una situación desoladora para el turismo. Sin duda, la Semana Santa de 2020 pasará a la historia por haber sido diferente para todos: creyentes y no creyentes. Por su parte, y de cara al año que viene, los cofrades ya sueñan con volver a hacer catequesis por las calles, unas calles en las que este año solo había vacío en lugar de aglomeraciones.