Casi a la una y media de la tarde del viernes 2 de febrero de 1990 el Rey Juan Carlos descubría la placa que inauguraba el nuevo embalse de La Serena, la infraestructura hidráulica más grande de España y la segunda de Europa entonces, tras Kremasta en Grecia --ahora ocupa el tercer puesto en Europa tras Alqueva--. "Es un día importante para el país", decía el monarca aquel día ante un millar de curiosos que se acercaron a las nuevas instalaciones. Era un día importante porque la presa "supone más agua y sobre todo más libertad para los extremeños", enfatizó allí el presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez Ibarra.

Bajo la mirada de la Reina Sofía y el ministro de Obras Públicas, Javier Sáenz de Cosculluela, acababa de estrenarse oficialmente una infraestructura histórica en Extremadura levantada junto a otro de los embalses de la zona, el del Zújar. Era el segundo intento de inauguración. El primer acto estaba convocado para dos semanas antes y tuvo que suspenderse porque el helicóptero que traía a los monarcas no pudo aterrizar en el helipuerto de la presa por la densa niebla de aquel 24 de enero de 1990.

Los Reyes querían estar presentes y el acto se pospuso al 2 de febrero. Por entonces el embalse apenas tenía 600 hectómetros cúbicos (hm3) de agua, es decir, no llegaba ni al 19% de la capacidad que tiene, que supera los 3.200 hectómetros. Hacía solo unos meses que había terminado su construcción tras cuatro años en obras. El proyecto se licitó en octubre de 1984 y fue adjudicado tres meses más tarde a una UTE formada por grandes constructoras del país: Dragados y Construcciones, Entrecanales y Tavora, Ferrovial y Huerta y Cia. Costó 12.000 millones de pesetas, pero venía a solucionar un problema vital en la zona de La Serena y La Siberia: la irregularidad y la estacionalidad del río Zújar, cuya aportación de agua variaba entre los 24 y los 2.977 hm3 al año. Esta inestabilidad, por la que ningún pueblo se asentó en su ribera, causaba restricciones en el suministro a los vecinos y agricultores en época de sequía y daños en tiempos de crecidas. La presa del Zújar no era suficiente para paliar esta situación.

Durante los primeros cinco años de vida, el nuevo embalse apenas logró llenarse al 20%. Fue una época extremadamente seca, que obligó a construir una pequeña represa en la cola de La Serena para poder tener un mínimo nivel de agua que garantizara el abastecimiento a las poblaciones cercanas. El 10 de noviembre de 1995 embalsaba 70 hm3 de los 3.219 hm3 totales, pero el panorama climatológico cambió radicalmente y en solo 100 días pasó a superar el 50% de su capacidad. "Fue la prueba de la irregularidad hídrica del río Zújar que justificaba sobradamente la obra", señala José Antonio Torres, un técnico de la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Desde

entonces no ha vuelto a haber restricciones de agua en las Vegas Altas. "Cuando se llenó se convirtió en un seguro hídrico". Tanto es así que dos años más tarde, en 1997, tuvo que abrir las compuertas por primera vez para aliviar agua al superar el 80% de su capacidad. Aquel momento se convirtió en un acto oficial, al que asistió el presidente del Senado, Juan Ignacio Barrero. Se vertió medio millón de metros cúbicos a la presa del Zújar.

Mañana, justo 25 años después de aquel 2 de febrero, no habrá ninguna personalidad en las instalaciones de esta presa, pero sí se mantienen la placa que descubrió el Rey aquel día y las voces que bendecían la construcción desde el primer momento. Algunas de esas voces que tuvieron una repercusión directa en la obra y otras que lo vivieron de lejos, vuelven a mirar al gran pantano para valorar estos 25 años en un blog que han creado dos trabajadores de la Confederación Hidrográfica del Guadiana, José Antonio Torres Cedillo y Francisco Barbancho López, a título personal, para destacar la efeméride. Agua Civilizada --www.aguacivilizada.org-- incluye 25 artículos de distintas personalidades sobre La Serena y pretende convertirse en un foro de debate sobre obras de ingeniería.

PROGRESO "La posibilidad de utilizar hoy de forma programada un agua llovida torrencialmente hace más de un lustro es el progreso", destaca Pablo Giménez, ingeniero de la Sociedad Española de Presas y Embalses. La Serena llenó de 'vida' las tierras fecundas de muchos agricultores de la zona --más de 160.000 habitantes se benefician hoy directamente del abastecimiento del sistema Zújar-La Serena--, aunque durante su construcción otros tantos lamentaran la expropiación de sus terrenos. Se inundaron en total 14.000 hectáreas. "El pantano se llevó las pocas tierras buenas que teníamos, pero es como todo, para que unos tengan miel algunos tenemos que llevarnos el picotazo", dice el alcalde de Peñalsordo, José Corchero. Su homólogo en Esparragosa de Lares, Julián Vigara, también lamenta expropiaciones en su término pero reconoce que ha servido para estabilizar el Zújar. "Ya no sufrimos restricciones de agua que sí teníamos antes, ha mejorado el paisaje y lo aprovechamos mucho en verano. En general, su creación ha sido positiva para el regadío de la región y para producir muchos de los alimentos de los que nos nutrimos".

En sus inicios, estaba previsto que la presa 'convirtiera' 14 municipios de secano al regadío, pero el Canal de los Barros proyectado para ello sigue en un cajón. No obstante, los expertos consideran que cumple de sobra sus funciones. Además de garantizar el riego en la vega del Guadiana, el abastecimiento y regular el Zújar, La Serena cuenta con una central hidroeléctrica y 500 kilómetros de costa que ha posibilitado nuevos usos recreativos y turísticos en la zona y el asentamiento de abundante fauna y vegetación en gran parte de su superficie, incluida en la Red Natura 2000.