Angélica Campos era una de los cientos de empleados públicos que cada día viajan de Cáceres a Mérida para trabajar, en su caso como auxiliar administrativa en los servicios centrales del Servicio Extremeño de Salud (SES). No tiene hijos, optó por la fórmula del teletrabajo para «quitarse kilómetros» porque entre la ida y la vuelta todos los días tenía dos horas de carretera en un coche que compartía con otras tres personas. Ahora, un año después, lo tiene claro: volverá a solicitarlo. «Si te organizas bien, es muy positivo», apunta Angélica, que señala que en este tiempo se ha notado menos cansada y ha tenido «una vida más normal: comes a las dos y media, no a las cuatro», explica. Además, ha logrado aumentar la productividad «porque en casa no hay interrupción».

Ella es interina y su trabajo consiste en baremar los expedientes que le asignan cada día. Es un trabajo que puede hacer tanto en la oficina como en casa porque no requiere atención al público, si bien lo peor ha sido que tenía que escanear los documentos (los expedientes no pueden salir de la consejería) y trabajar con dos pantallas.

Pero en cualquier caso, insiste en que ha sido una experiencia muy positiva: «tú te pones tu horario y si alguna mañana no puedes hacerlo por una cita médica o cualquier motivo, lo haces por la tarde o los fines de semana», explica. Reitera que volverá a solicitarlo, pero no cree que en esta ocasión se lo concedan porque otro de sus compañeros también está interesado y tendría preferencia porque ella ya se ha beneficiado este año.