Toda una vida de entrega y compromiso en un galardón que hoy recoge Emilio Pérez García. Este maestro de vocación de 75 años, jubilado hace 15, se ha ganado la distinción M Antonia Fuertes --directora de la antigua Escuela Universitaria de Magisterio-- que concede desde hace doce años la Facultad de Formación del Profesorado de Cáceres. Su mérito, 40 años de profesión que han transcurrido en varios pueblos --uno en Aldea de Trujillo, otro en Morcillo, 14 en Valdemorales y 24 en Cáceres-- y un empeño personal por generar empleo en su localidad natal, Valdemorales, en pleno auge de la emigración.

"Ha sido un hombre polifacético y extrovertido que ha dejado huella y que ha ido más allá de sus funciones, ejerciendo como agente de dinamización social, económico y cultural", destaca Enrique Barcia, el presidente de la Comisión de la distinción. "Mi único deseo ha sido trabajar siempre por el bien de la sociedad", dice.

Emilio se fue a estudiar Magisterio a Cáceres en el año 51 al tiempo que ayudaba a su padre con las tareas del campo los fines de semana. "A mí me gusta la enseñanza desde siempre y además era lo único que se podía hacer aquí en aquella época". En el 57 consiguió su primer destino como maestro en el colegio de Aldea de Trujillo por lo que cobraba 750 pesetas al mes, "y me gastaba 700 en la pensión", recuerda. Un año después aprobó las oposiciones, pero la mili interrumpió su carrera docente.

A su regreso de Madrid, Emilio fue destinado a Morcillo y allí estrenó una de las tradicionales casas construidas para los maestros, a donde trasladó a su madre y a sus hermanos. "Qué hacía yo solo en una casa nueva con solo 20 años", rememora. Un año más tarde, en el años 60, se incorporó a la escuela de su pueblo Valdemorales impartiendo clase solo a los niños, niños que iban desapareciendo del aula porque con su regreso al pueblo vino también la emigración a Alemania y Francia de multitud de familias extremeñas en busca de un futuro mejor. "La gente se estaba yendo y un día en el bar escuchando los problemas que tenían los agricultores para vender los higos se me ocurrió crear una cooperativa con la que hemos vendido higos por toda España", cuenta.

Trabajando por y para su pueblo llegó una reforma educativa, la LODE, la escuela comenzó a ser mixta y entraron en las aulas materias que hasta el momento no se impartían. "Eso era un lío porque no podía atender a tanto y solicité el traslado a Cáceres". Allí, en el colegio Gabriel y Galán, de Aldea Moret, se ocupó de dar Matemáticas a los alumnos de 7º y 8º de Primaria durante los últimos 24 años de su carrera, en los que siempre ha intentado ganarse la confianza de sus alumnos, sin descuidar que no faltara el trabajo en la cooperativa, que aún sigue activa.

Desde su primer día como docente, Emilio ha sido testigo de cómo se ha venido "deteriorando" la educación en medio siglo. "Antes el maestro era una autoridad, había respeto y disciplina aunque hubiera que dar algún cachete, pero ese respeto es más importante que los propios conocimientos", advierte mientras reconoce que parte de la culpa la tienen la actual ESO. "Si se volviera a llamar Don José y no Pepe la educación iría mejor".