Maestro de profesión y sindicalista por vocación, poco podía imaginar Valentín García lo que le deparaba el futuro cuando se inició el curso en 1988. Ese año se diseñó y organizó una gran huelga en el sector de la enseñanza que sirvió para que García diese el paso definitivo al que le animaba desde siempre su ideología: comenzar a trabajar en Comisiones Obreras.

Sólo tres años después ya ocupaba la secretaría regional, aunque de forma interina, pero su puesto fue confirmado por el congreso del sindicato en 1992. Han pasado doce años y este sindicalista de carácter afable deja el cargo por imperativo legal.

Casado, con dos hijas de doce y seis años y afincado en Almendralejo, reconoce ser un amante de la vida tranquila y familiar. Es una persona discreta y presume de ello. Tanto que parece ser "el único de Almendralejo que no conoce a Letizia Ortiz", aunque en primero de BUP coincidió en el aula con su exmarido.

Si tuviera que elegir una comida se quedaría con los garbanzos y si eligiera una profesión... "volvería a ser sindicalista. Se considera una persona de lo más normal y suele repetir que si no fuese por su cargo "pasaría inadvertido" por el mundo.

A la hora de hacer balance vital declara que es un hombre "razonablemente feliz", que no es poco.