Generalmente, las personas con infección aguda por el virus de la hepatitis C no presenta síntomas hasta que se encuentra en un estadio avanzado. La infección viral puede presentarse como afección leve, de pocas semanas de duración, o por el contrario, evolucionar a una enfermedad hepática crónica que puede provocar, en algunas ocasiones, cirrosis y cáncer.

Según el protocolo de vigilancia epidemiológica de este virus que recoge el Servicio Extremeño de Salud, el 70-75% de personas infectadas desarrollará una infección crónica. De estos un 10-20% podrá evolucionar a cáncer de hígado.

Los factores que aceleran la aparición de complicaciones son el alto consumo de alcohol, presentar otras infecciones víricas como VIH o hepatitis B, ser hombre y estar en una edad avanzada. En Europa, esta es la primera causa de cáncer de transplantes de hígado. Además tan solo el 20-30% de los infectados de forma aguda presentan síntomas como fiebre, fatiga, molestias abdominales, falta de apetito, orinas oscuras, heces claras, dolores articulares, ictericia, entre otras.

No existe vacuna efectiva para prevenir la infección, es por ello que las actuaciones preventivas se centran en disminuir la transmisión de la infección y en evitar la cirrosis y el carcinoma a través de un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado en los casos de infección crónica.

Los pacientes infectados deberían tomar unas medidas para no contagiar al resto. Primeramente, deben utilizar protección en las actividades sexuales y tener especial cuidado a la hora de compartir utensilios de higiene personal que pueda tener sangre. Cabe destacar que las personas con esta enfermedad, en ningún momento pueden ser donantes de sangre, órganos y otros fluidos.