"Dejaré la política si pierdo las próximas elecciones autonómicas". Hay que analizar esta declaración en su contexto, pero tomada de forma aislada es inevitable pensar en la escasa confianza que alienta. Parece como si Vara supiera que su candidatura es el órdago definitivo que el socialismo extremeño lanzará a su potencial electorado. Y no le falta razón. Vara es el último mohicano de una estirpe política, delfín del ibarrismo y presidente barrido por la crisis. Para muchos representa el pasado, el inmovilismo interno, la repetición de un modelo de partido cesarista; para otros, sin embargo, es un líder competente, injustamente derrotado por el tsunami económico. En cualquier caso, su promesa de aspirar a un último round político suena a soledad consciente. Vara carga con el peso de su partido en Extremadura, sin una estructura flexible que augure alternativas a su candidatura. La verticalidad de la organización interna del PSOE extremeño es un pecado que ahora purga sin terapia en la que encontrar consuelo. El mayor error de Vara es no haber sabido (o querido) allanar el camino hacia nuevos liderazgos; haber hecho limpieza interna, haber tomado decisiones con determinación a fin de poner las bases de una regeneración sostenible. Esto solo se hace con coraje, una virtud de la que para muchos militantes carece, frente a su imagen de conciliador y amigo cercano. O quizá no sea coraje, sino inercia e indolencia. Quién sabe.

VA A SER una tarea titánica reblandecer las inercias que aquejan al PSOE extremeño: la esclerosis de sus cargos de dirección, la estructura jerarquizada de sus sedes, el espanto de la ciudadanía progresista. Un proyecto político plausible se construye sobre la existencia de una base militante activa, integrada en la vida social extremeña, no a través de gasto publicitario y titulares. No basta con gritar hasta desgañitarse que "el PSOE ha regresado"; debe demostrarlo antes de publicarlo.

Uno de los primeros escollos que se presentan es que buena parte de la militancia y simpatizantes partidarios de una regeneración orgánica dentro del PSOE son a día de hoy minoría de poder dentro de la dirección --si es que aún no han presentado su renuncia de militancia--, tanto en el ámbito autonómico y regional, como en las sedes locales. Quien debiera liderar el cambio resulta que tiene un papel secundario en los órganos de decisión vinculantes. Vara debe lidiar con una torada asentada y dócil, sin pregnancia real en la vida social de los extremeños. Y solo, sin ningún alter ego dentro del partido que dé brillo contrastado a su discurso. Su candidatura debe parecer que retorna ex nihilo, fresca y consistente. Nada menos.