Lourdes Vega (Villanueva del Fresno, 1965) asegura que estudió Física para poder comprender el mundo real, pero también para tener capacidad de mejorarlo gracias a la investigación. Y esto es justo lo que trata de hacer actualmente en Emiratos Árabes Unidos, donde dirige el Centro de Investigación y Desarrollo para el Dióxido de Carbono e Hidrógeno y es catedrática de Ingeniería Química en la Universidad de Ciencia y Tecnología Khalifa, en Abu Dhabi. Hasta allí llegó en marzo del 2016 después de haber desarrollado ya una brillante carrera profesional en Europa y EEUU en la que ha combinado la investigación fundamental y su aplicación industrial. Autora de dos centenares de artículos científicos y cinco patentes, ha recaudado más de 50 millones de dólares en subvenciones para investigaciones relacionadas con energías limpias y productos sostenibles. Fue la primera mujer en formar parte del Consejo de Administración de la Empresa ERCROS (es consejera independiente) y en el 2013 obtuvo el premio Física, Innovación y Tecnología de la Real Sociedad Española de Física (RSEF) y la Fundación BBVA. A inicios de este mes se convirtió en la primera persona no árabe en recibir la Medalla a la Excelencia Científica de Emiratos.

—¿Cuándo y cómo decide ir a Emiratos Árabes Unidos?

—Como tantas cosas que ocurren en la vida, nunca se me había pasado por la cabeza vivir o trabajar en los Emiratos Árabes Unidos. Cuando en 2015, la estrategia de investigación y desarrollo de la empresa en la que trabajaba cambió, se me plantearon varias opciones profesionales. De hecho, la más atractiva en aquel momento, y por la que aposté, fue por crear mi propia empresa de base tecnológica junto a otros socios. Sin embargo, un amigo y colega investigador, que se había trasladado desde Holanda a los Emiratos Árabes hacia unos años como profesor, me dijo que ellos estarían interesados en que fuera y ante mi reticencia, me pidió que, por favor, al menos aceptara una entrevista para visitarlos.

—¿Y qué fue lo que le convenció del proyecto?

—La verdad es que a mi amigo le dije que no, que no me interesaba dejar el proyecto que quería comenzar. Reconozco que tenía los prejuicios de otra mucha gente: la combinación mujer en un país árabe y mucho calor no la veía nada atractiva. Sin embargo, me insistieron de nuevo, me entrevistaron por Skype y me ofrecieron ir a ver su proyecto y plantearles mis ideas de investigación in situ. Fui en octubre de 2015, convencida de que no me quedaría y curiosa por ver qué me encontraría. Sin embargo, en tres días de visita mi planteamiento cambió por completo. Me encontré una ciudad moderna y segura, estaban construyendo un centro de investigación que costaría mil millones de dólares, el ambiente de trabajo era totalmente internacional, querían trabajar en temas de investigación con los que yo me identificaba y buscaban gente con prestigio y experiencia para tirarlo adelante. Me ofrecieron unas condiciones de investigación inmejorables. Aun así, les dije que no estaba segura, que tendría que hablarlo con la familia y ver cómo lo gestionábamos. La verdad es que, como digo, en tres días pasé de no estar interesada a verlo como un proyecto profesional y vital altamente interesante. A los pocos días hicimos un viaje familiar y a todos les encantó, ¡ellos estaban más motivados que yo! Al final decidimos trasladarnos mi marido, mi hijo, que cursaría allí el bachiller internacional (otro gran atractivo para el cambio) y yo, mientras que mis hijas proseguirían sus estudios universitarios donde los habían iniciado y viajaríamos en los dos sentidos siempre que fuera posible.

—¿Cómo ha sido la adaptación, tanto en lo personal y familiar como en lo profesional?

—Ha sido fácil a nivel personal y familiar, como digo este es un país muy moderno y seguro, y ya he vivido en muchos sitios diferentes, lo cual también ayuda. La ciudad es bonita, segura y agradable. El hecho de que haya tanta gente de otros países hace que todos nos sintamos un poco en casa. Por otra parte, los nacionales de los Emiratos (sólo el 12% de la población) son muy acogedores, respetuosos y cariñosos. He aprendido mucho de otras culturas, lo que también me ha ayudado a poner la nuestra en perspectiva. Es, en definitiva, muy enriquecedor. Eso sí, echo de menos a mis hijos (David acabó y también está estudiando en la universidad en España), a mis hermanos, a mi madre y a mis amigos de toda la vida, aunque con las nuevas tecnologías no se nota tanto, y además nos vemos con frecuencia. En lo profesional ha ido bien también, pero un poco más difícil de lo que esperaba, ya que desde que llegué hemos estado inmersos en numerosos cambios. Yo me incorporé al Instituto del Petróleo, una universidad privada creada por ADNOC (la empresa nacional del petróleo de Abu Dhabi) fundada para formar a sus ingenieros químicos y hacer investigación en energías limpias y mejorar la extracción de petróleo y gas. Sin embargo, en 2017, el gobierno decidió unir tres pequeñas universidades en una grande, hoy Khalifa University. El proceso no ha sido fácil, pero estamos orgullosos de lo que se está consiguiendo, ya que actualmente ocupa un buen lugar en los ‘rankings’ internacionales, a pesar de su juventud, encontrándose el departamento de ingeniería química entre los cien primeros del mundo en el de Shanghái. Eso sí, hay que armarse de paciencia, la burocracia es lenta y pesada, y muchas cosas se mueven solo si lo gestionas a nivel personal cara a cara, teniendo que hacer un seguimiento hasta que ocurren. Hay varias cosas en las que nos parecemos…

—¿Cuál es el objetivo del centro que dirige?, ¿de qué equipos material y humano dispone?

—La misión del Centro RICH [por sus siglas en inglés, Research and Innovation Center on CO2 and H2] es llevar a cabo investigación e innovación de vanguardia, generar propiedad intelectual, buscar el intercambio de conocimientos y educar en temas relacionados con dióxido de carbono e hidrógeno, para contribuir al despliegue de una energía limpia y generación de productos sostenibles de valor añadido, diversificando la economía de los EAU, contribuyendo a los objetivos del acuerdo de París y educando a las generaciones futuras en temas de sostenibilidad. RICH es multidisciplinar en espíritu y composición. Actualmente está formado por 16 profesores de distintas nacionalidades pertenecientes a distintos departamentos de Khalifa University, y más de 50 científicos entre investigadores posdoctorales, ingenieros y estudiantes de doctorado y maestría, incluidos varios españoles. Además, nuestra investigación está fuertemente avalada por una cohorte de instituciones internacionales incluidas, entre otras, la Agencia Internacional de la Energía, la Asociación Europea del Hidrógeno, el Instituto de Economía en Hidrógeno de Japón (IEEJ) y numerosas universidades de prestigio de Europa, América y Asia así como empresas del sector, colaborando con todos ellos en temas específicos. En la actualidad contamos con cinco grandes laboratorios, con equipos de última generación.

—Su labor está centrada en la investigación básica y aplicada en procesos y productos sostenibles que incluyen nuevos refrigerantes, tratamiento de agua, eliminación de contaminantes y captura de dióxido de carbono y sus usos, ¿cuáles son las aplicaciones prácticas de estas líneas de trabajo?

—Muchas que se me ocurren ahora y ojalá puedan ser muchas más, ya que todas ellas contribuyen de una manera u otra a mejorar nuestra calidad de vida y el medioambiente, y, por tanto, el legado que dejamos a las generaciones futuras. Por ejemplo, el desarrollo de materiales para la captura de CO2 de distintas fuentes de emisión, permitirá reducir considerablemente las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera que tanto contribuyen al cambio climático. Sin embargo, capturarlo no es suficiente, al menos desde mi punto de vista. Nuestra pregunta va más allá, ¿y si en lugar de almacenarlo pudiéramos utilizarlo? De ahí nuestro trabajo en la búsqueda de distintas aplicaciones del CO2, entre ellas, por ejemplo, una que estamos haciendo en colaboración con una gran empresa de acero aquí en los Emiratos, donde utilizamos parte de sus residuos haciéndolos reaccionar con el CO2 para producir materiales aislantes que puedan ser usados en la construcción, o la conversión del CO2, junto con otros compuestos, en productos farmacéuticos o químicos que entran a formar parte de la cadena de valor de otros productos. Y en materiales que permitan generar de una manera limpia y renovable (con energía solar, que aquí abunda, y en España también) el hidrógeno que pueda ser usado tanto para almacenamiento y generación de energía como para el transporte. Pero no todo es CO2 e hidrógeno, también estamos trabajando en la búsqueda e implementación de nuevos refrigerantes que tengan un potencial de calentamiento global mucho menor que los actuales. En cuanto a tratamiento de aguas, trabajamos en métodos eficaces de extracción de contaminantes y en nuevas membranas para procesos de desalinización al mismo tiempo que buscamos cómo usar los residuos generados en la desalinización. Sólo son algunas de las más conocidas, pero, lógicamente, estamos explorando nuevas posibilidades.

—El centro estará vinculado también al intento de hacer más sostenible el uso de los derivados del petróleo por parte de un importante país productor…

—Sí, por ejemplo, la captura del CO2 en este país tendría un doble objetivo, evitar que se emitan a la atmósfera esas cantidades que ya he mencionado, y acondicionarlo para que pueda ser usado para la extracción mejorada del petróleo. También la producción de hidrógeno y sus usos están muy relacionados con la industria petrolera. Y no olvidemos que los plásticos y muchos otros productos que usamos en el día a día son derivados del petróleo y del gas. Por lo tanto, existe cada vez una relación más estrecha entre la producción de energías limpias y productos sostenibles y la industria del petróleo, aunque en principio pueda no parecerlo. Me gustaría añadir que en este país no todo es petróleo y gas, también se apuesta fuertemente por las renovables, siendo Masdar la primera ciudad sostenible del mundo, por la inteligencia artificial y robótica, con importantes centros de investigación, y por la industria aeroespacial, entre otros.

—¿Qué trascendencia tiene ser la primera persona no árabe en obtener la medalla a la Excelencia Científica de Emiratos?

—Se trata de un reconocimiento otorgado desde los Emiratos a nivel internacional, ya que una parte importante del proceso de selección se lleva a cabo de manera anónima por prestigiosos científicos de todo el mundo. Por lo tanto, para mí es un gran honor que se haya reconocido el trabajo que llevo realizando desde hace tantos años en este campo y que el jeque de Dubái y vicepresidente de los Emiratos Árabes, su ministra de Ciencia Avanzada y el Comité de Científicos hayan decidido otorgármela a mí de entre los candidatos que habían quedado finalistas. Es un honor llevar la medalla Mohammed Bin Rashid por lo que su nombre lleva asociado en cuanto a prestigio y compromiso con el avance científico y por el amor que me une a este país. Soy la primera persona no árabe en recibirla, reafirmando la apuesta que hice hace unos años por desarrollar mi trabajo desde aquí, cuando me dijeron que apoyarían un buen trabajo científico porque creían en él. Y como mujer, pues creo que este es un pequeño-gran paso de gigante, ya que desgraciadamente somos pocas las mujeres que tenemos esta visibilidad. Este reconocimiento puede servir de modelo y acicate a otras niñas a ser atraídas por la ciencia, a estudiantes universitarias a dedicarse al apasionante mundo de la investigación y a otras científicas que ya están desarrollando esta labor a seguir haciéndola, viendo que el buen trabajo da sus frutos a largo plazo. El éxito se compone de pequeños fracasos, mucho esfuerzo, mucha paciencia y tener claro que vale la pena luchar por aquello en lo que uno cree, junto con un gran equipo de apoyo. Debo reconocer también que sin el apoyo constante y la paciencia de mi familia no habría llegado hasta aquí.

—¿Qué es lo que se aborda en el trabajo ‘Ciencia para productos sostenibles’, que le ha valido este reconocimiento?

—No se trata de un trabajo concreto, sino de una filosofía en la elección de los temas de investigación en los que trabajo, que puedan contribuir a mejorar la calidad de vida a corto y largo plazo, y de algunas de las contribuciones que ya hemos llevado a cabo en ese campo. Aunque parezca que la captura y utilización de CO2, el hidrógeno, los refrigerantes, la separación de contaminantes, la nanotecnología y el tratamiento de aguas sean temas muy dispares, en realidad todos tienen un nexo común: reducir el impacto negativo en el medioambiente de algunos de los procesos o productos actuales, y mejorarlo en su vertiente más amplia: la calidad del aire, el agua, y el desarrollo de nuevos productos y materiales con un impacto ambiental menor que los actuales. Se trata de aplicar el conocimiento científico a la búsqueda constante de soluciones más limpias, tanto en la generación de energía tradicional, como en nuevas fuentes de energía, así como su aplicación en nuevos productos, reduciendo la generación de residuos y buscando alternativas para reutilizarlos, llevando esta investigación al mercado.

—¿Es habitual en EAU o en otros países del entorno que haya mujeres investigadoras en puestos de responsabilidad?

—No, desgraciadamente no es nada habitual encontrar mujeres en puestos de responsabilidad de alto nivel, ni en países árabes ni en países occidentales, aún somos muy pocas. La proporción en los EAU es similar a la que he encontrado en otros países occidentales, es decir, muy baja.

—¿En qué cree que se ha avanzado en términos de igualdad dentro del ámbito científico en España?, ¿qué queda aún por hacer?

—Creo que en general se ha avanzado, y que tenemos grandes referentes tanto a nivel internacional como español. Hace poco saltaron a la prensa los trabajos de la gran Margarita Salas, con motivo de su fallecimiento, y mi gran modelo ha sido, desde siempre, Marie Curie, mujer, madre e investigadora con dos premios nobeles, que luchó por aplicar sus conocimientos para mejorar nuestra salud, entre otras cosas. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer, ya que aún existen prejuicios de género. El hecho de que nos planteemos esta pregunta, del todo apropiada, habla por sí mismo. Necesitamos hacer todo lo posible para inspirar y promover la participación activa de niñas y mujeres en ciencia y tecnología, que no lo vean como un campo vetado. Para hacer ciencia no se necesita más que capacidad intelectual, creatividad, pasión por aprender, trabajo constante, persistencia y ganas de contribuir al desarrollo del conocimiento y su posible aplicación, independientemente del género.

—Por cierto, ¿sigue escuchando aún el ‘pero si eres una mujer’ cuando alguien comprueba que la inicial del nombre en sus artículos corresponde a Lourdes, como explicaba hace unos años?

—Pues sí, a veces aún lo escucho, pero ya cada vez menos, en parte porque ahora soy más conocida que antes.

—¿Cuáles son los recuerdos que tiene de su etapa en Extremadura?

—En Extremadura residí hasta los 17 años, cuando me trasladé a Sevilla para estudiar COU y la carrera. Pero siempre he visitado mi tierra y a mi familia, cada año, estuviera donde estuviera, y seguiré haciéndolo siempre que pueda. Los recuerdos de mi infancia y adolescencia los asocio al cielo infinito de mi pueblo, donde las estrellas brillan de manera especial, a las dehesas de vivos colores según la época del año, al buen jamón, a los gurumelos, las gamonas, las aceitunas ‘machás’ (que cada año compro y ¡ahora traigo a Abu Dhabi!) y todas las tradiciones que nunca se olvidan. También lo asocio a la buena gente, a la generosidad, la sencillez, el buen hacer y a la buena educación, en su sentido más amplio. Lo que aprendí en la escuela y en el instituto no se me ha olvidado gracias al empeño que pusieron los profesores que tuve. Yo llevo a Extremadura, sus tierras y su gente en el corazón, aunque también me siento de aquellos otros lugares en los que he vivido y que me han acogido de buena gana: extremeña y ciudadana del mundo. Por cierto, de vez en cuando aún recito los poemas del ‘Miajón de los Castúos’ que aprendí en mi infancia en reuniones de amigos.

—¿Qué es lo que le llevó a decantarte por la física y luego por una carrera investigadora?

—Mi curiosidad por entender no sólo qué ocurre, sino por qué ocurre es algo innato, que ‘viene de fábrica’, también fomentada por el ambiente familiar en el que me crié. Mi pasión por la física quizás existió desde siempre, sin embargo jugó un papel importante en estudiar la carrera un profesor que tuve en el Bárbara de Braganza en Badajoz, Paco Pepe, que explicaba la Física con pasión y rigurosidad. Pensé que en parte a muchos niños no les gusta la ciencia porque no la presentamos de manera atractiva, perdiendo así en edad temprana posibles vocaciones de científicos, y decidí estudiar Física para poder explicarla al nivel que hiciera falta, y también para poder comprender el mundo real con la posibilidad de transformarlo gracias a la investigación. La decisión de seguir una carrera investigadora va ligada a ese interés por responder a la pregunta de por qué ocurren las cosas, y, por tanto cómo mejorarlas o crear otros productos que puedan responder a las necesidades de la sociedad, desde la ciencia. La carrera investigadora, sin embargo, es larga y costosa, y los frutos siempre se obtienen a largo plazo, así que a veces uno puede desanimarse y querer tirar la toalla. El horario no es un horario de oficina, el investigador tiene su cabeza en funcionamiento siempre, sin tener en cuenta horarios, fines de semanas o vacaciones. Se necesita persistencia y tener claro el objetivo final. En mi caso, aún resuenan en mi cabeza las palabras que me dijo mi padre, poco antes de morir: «Nunca dejes de hacer una cosa porque te parezca difícil»; y las de mi marido, al poco de conocerlo: «Me enamoré de una mujer con coraje, que cree en la ciencia y pone todos los medios a su alcance para investigar y espero que siempre siga siendo así». Y bueno, pues ahí seguimos…