Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona

TLta crisis financiera comenzó, ciertamente, en Estados Unidos. Y allí continúa anclada, con crecientes problemas en bancos de tamaño medio, rumores sobre inminentes caídas de alguna gran institución y temores, también cada vez más insistentes, sobre la solvencia de las dos grandes instituciones parapúblicas que controlan el mercado hipotecario. De hecho, los grandes poseedores de deuda de Freddie Mac y Fannie Mae, bancos centrales e inversores privados de Asia, han comenzado a deshacer parte de sus posiciones en esos activos y, en los últimos meses, han reducido su exposición a ese riesgo. Y ello está precipitando la intervención del Tesoro americano.

A pesar de ello, lo cierto es que la agresiva política de la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha dejado el precio del dinero en un 2%, y la inyección de fondos federales en los bolsillos de los hogares, han permitido hasta hoy que la economía americana presente resultados más que aceptables. Esta mejora estaba descontada y es más que probable que, en los próximos trimestres, la economía americana muestre nuevos desfallecimientos.

No obstante, el daño provocado por los problemas de Estados Unidos está ya hecho. La crisis financiera ha golpeado duramente al Reino Unido, y la fortaleza del euro a la industria alemana, el verdadero motor del área del euro. Y mientras Paul Vocker, que presidió la Fed en los primeros 80, ha advertido de que la crisis financiera es la peor que haya contemplado, el ministro de Hacienda británico, Alistar Darling, ha advertido de que el país se enfrenta a la más compleja etapa de los últimos 60 años.

Y los datos conocidos hasta ahora apuntan en esta dirección, con una caída de precios de la vivienda, por encima del 10%, no contemplada desde el año 1991. Mientras, en Alemania, el desfallecimiento de la confianza empresarial hace presagiar nuevos problemas.

En España, la crisis inmobiliaria continúa su lento proceso de digestión. Pero las noticias del norte y del este de Europa hacen más difícil el necesario proceso de ajuste. La borrasca atlántica se ha extendido, y la tormenta se ha generalizado en toda Europa.