Los famosos son seres llenos de contradicciones. Por un lado, presumen de sus colaboraciones con múltiples causas benéficas y, por otro, no son capaces de renunciar a sus caprichos. El problema es que ambas facetas son difíciles de combinar. Una de las causas que reúne a más celebridades es la lucha para preservar el medioambiente. Sin embargo, aunque sea una paradoja, estos famosos también participan activamente en su destrucción.

Un ejemplo de esta ambivalencia es el matrimonio formado por el cantante Sting y Trudie Styler. Ambos acostumbran a lucirse en las fiestas destinadas a recaudar fondos para salvar el planeta. Sin embargo, no parece que en su vida privada la capa de ozono sea su mayor preocupación. La semana pasada, grupos de ecologistas cargaron contra la popular pareja, cofundadora de Rainforest Foundation, una asociación que lucha por la protección de las selvas tropicales, al enterarse de que Styler había hecho volar a su peluquera en un avión privado desde Nueva York hasta Washington. El costoso viaje le permitió presumir de melena durante la gala con el presidente Barack Obama.

Algunos también aprovecharon la metedura de pata de Styler para denunciar su "uso abusivo de los aviones". La esposa de Sting replicó, vía comunicado: "Aprovecho estos viajes para concienciar sobre el daño que causa el monóxido de carbono".

Por su parte, Carlos de Inglaterra, que suele presentarse como un ecologista convencido, fue tildado de príncipe de los hipócritas por el tabloide británico Daily Mail, cuando decidió emprender el pasado mes de marzo una gira medioambiental en jet privado por Latinoamérica. El rotativo calculó que el viaje dejaría una huella de dióxido de carbono de 322 toneladas durante sus 10 días de recorrido.

VERDAD INCOMODA Al Gore, exvicepresidente de EEUU reconvertido a ecologista, tampoco cumple sus propósitos. La web Green Daily hizo público que el Premio Nobel de la Paz consumió en el 2007 "una cantidad de electricidad 12 veces superior a la de una familia normal".

Madonna es otra estrella que no destaca precisamente por su espíritu verde. Irónicamente, la reina del pop actuó en el último concierto Live Earth, organizado por el propio Gore para concienciar sobre los efectos del cambio climático, cuando ella sola genera más de una tonelada de dióxido de carbono al año, entre sus viajes y conciertos, según la BBC.

Una anécdota más: Live Earth, contando los desplazamientos en limusinas y aviones de los famosos que actuaron y la electricidad usada para los focos del escenario, generó tantos gases como para hacer sentir incómodos a los ecologistas de verdad.