Aquella noche ya famosa del 12 de junio, cuando Pascal Henry acababa de cenar en El Bulli y se iba un momento al coche a coger su cartera para pagar el importe de la cena, el gurmet suizo se sentó en el asiento del conductor, cerró los ojos y decidió que ya no volvería. "Cuando salí de El Bulli recorrí kilómetros y kilómetros en el coche sin saber a dónde ir. Está todo un poco nebuloso. Solo sé que ya estaba seguro de que no llegaría a mi siguiente etapa, al restaurante de Berasategui". No llegaría a Bilbao, ni a ningún sitio. Durante seis meses ha estado desaparecido, hasta que ayer se asomó con una entrevista por las páginas del diario suizo Le Matin .

Por primera vez, Henry explica su abandono de la Ruta68 , como él mismo la define, por los 68 restaurantes del mundo que en aquel momento tenían tres estrellas Michelin. Nunca contactó con nadie, ni con su tío, ni con la familia francesa en cuya casa vivía, ni con su mejor amigo, Patrick Chapuis. Fue este último quien el miércoles recibió una llamada de Henry, anunciando su regreso a Ginebra, donde trabajaba como mensajero de joyerías.

PRESION MEDIATICA "Nunca he estado muy lejos, entre Francia y Suiza. Me había aislado, la única noticia que me llegó fue la de la elección de Obama. Algo similar ya me pasó hace unos años. Estoy un poco confuso. ¿Quiere saber si he tenido ideas suicidas? Pues sí", cuenta en Le Matin . El extraño gurmet no precisa la razón concreta por la que abandonó su misión y desapareció de la tierra -- solo la policía suiza le localizó momentáneamente a través de unas imágenes de las cámaras de un banco--. Sus amigos creen que fue por falta de dinero. "Poco antes de viajar a España, después de terminar con los restaurantes en Italia, pasó por Ginebra para pedir dinero a su amigo Patrick, que no quiso darle nada", explica la mujer de la casa en Collonges (Francia) donde Henry vivía y donde aún le espera su motocicleta.

El propio gurmet deja entrever que la entrevista improvisada con una periodista en su mesa de El Bulli fue el detonante. "Amo a la gastronomía y el viaje lo hacía por mí mismo, con espíritu confidencial, no para salir del anonimato. No quería atención pública, que psicológicamente me pesaba cada vez más", explica. También pesaba algo más su cuerpo, según sus amigos. Había ganado entre ocho y 10 kilos de peso tras comer cada noche en un tres estrellas, aunque Henry niega que su periplo fuese poco saludable. "Tan solo comía una vez al día, no como otros, que lo hacen tres veces". Y cada vez que se sentaba en un restaurante, se quitaba el reloj y le daba la vuelta "para que se detuviera el tiempo", cuenta el gurmet. Ahora, de vuelta a Ginebra, busca trabajo. Dice que le gustaría ser crítico gastronómico o trabajar en un gran restaurante. "De pequeño siempre quise ser cocinero".