Pascal Henry hizo un alto en su viaje gastronómico en algún momento entre los pasados 25 y 26 de mayo para conceder una entrevista al enólogo suizo Jacques Perrin, que este publicó en su blog. Este es un extracto de la conversación mantenida entre ambos, que Perrin tituló como El viaje molecular:

--¿Cómo nació este proyecto?

--Soñaba con esto desde hace dos años. En un momento dado, todos tenemos ganas de hacer algo extraordinario. ¡Lo preparé durante cuatro meses y me lancé! He cumplido un tercio del viaje y no tengo ninguna gana de que esto acabe. Ni lo hago para entrar en el libro de los récords ni por cumplir una hazaña. Siempre he sido un apasionado de la gastronomía y los vinos y tenía ganas de poner un paréntesis de algunos meses en mi profesión.

--¿Puede darnos una idea de la dimensión de su presupuesto?

--Digamos que corresponde a la inversión para la compra de un coche nuevo con todas las prestaciones.

--¿Habla de su proyecto con los chefs a quienes visita?

--No digo nada en el momento de la reserva, salvo si surge un problema. Comencé con Bocuse, que vio mi proyecto simpático y me apadrinó en cierto modo enviando a los otros tres estrellas un fax con un hombrecillo Michelin que decía: "¡Atención, no quedan más que x días antes de la visita del mensajero!".

--¿Por qué ha decidido ir solo, nadie se dignó a acompañarle?

--No siempre estoy solo. En algunas etapas me reúno con amigos. Quiero decir que no soy asocial, sino que prefiero ir solo y concentrarme en lo que pasa.

--¿Toma notas? ¿Qué piensa hacer luego con ese material?

--Sí, tomo notas y habrá un libro a la llegada. Bocuse me encontró al editor y el sumiller de Bernard Loiseau me encontró el título: La ruta 68.

--Usted ya ha visitado 22 restaurantes. ¿Cuál es hasta ahora su gran descubrimiento, y la decepción?

--El belga Hof´ Van Cleve me impresionó. No es, ¿cómo decirlo?, una cocina molecular, es una verdadera cocina de autor. Pero mi gran favorito es L´Astrance de París. En cuanto a la decepción, el alemán Dieter me pareció un restaurante medio. Y El Karmeliet de Brujas estuvo bien a secas.

--¿Qué suele escoger como menú? ¿Lo suele acompañar con vino?

--Tomo siempre el gran menú para tener una idea tan completa como sea posible del repertorio y, por supuesto, escojo siempre un vino.

--¿Alguna vez le invitan en los restaurantes que visita?

--Cuando presenté mi proyecto a Bocuse le brillaron los ojos. Le llegó al corazón, creo, la autenticidad de mi viaje. Me dijo: "¡Usted comenzó en mi casa, usted acabará en mi casa!". Otros me ofrecen el vino, el café, un plato suplementario. Salvo Michel Troisgros, que no ofreció nada.

--¿Cómo funciona la logística del viaje, los enlaces de una etapa con otra?

--En Europa hago todos los enlaces en coche. Quería hacerlos en moto pero es complicado. Voy a hacer unos 10.000 kilómetros. Duermo en hoteles modestos. Evidentemente, para ir a Inglaterra, Estados Unidos y Japón cogeré aviones.

--¿Qué espera de la experiencia?

--Todo lo que quiero es que no sea pervertida por algo que no sea la pasión. Es el cielo del mundo de la gastronomía y son lugares pensados para la memoria. No hay lugar para decepciones. ¡Lo que quiero de este viaje es que sea Navidad cada día!

--¿Sabe si esta vuelta al mundo gastronómica ha sido ya hecha en alguna ocasión anterior?

--Una parte sí pero no de modo continuo, como yo estoy haciendo. De todos modos, como dice San Agustín: "El que se pierde en su pasión pierde menos que el que perdió su pasión".