Se acabó la fiesta. De hecho tan solo ha durado los días de campaña electoral, apenas un par de semanas. La alegría y el entusiasmo que vivieron los partidarios del candidato reformista, Mir Husein Musavi, en las calles de Teherán los días previos a la jornada electoral, se transformó ayer en tristeza, decepción e ira.

Tras conocerse los resultados de los comicios que dan una holgada victoria del presidente ultraconservador, Mahmud Ahmadineyad, miles de seguidores de Musavi se concentraron en varios puntos de la capital pero, esta vez, para expresar su rechazo a lo que consideran un gran fraude electoral.

Pronto aparecieron las fuerzas antidisturbios, armadas con porras. No les costó hacerse con el control de la plaza Golha, uno de los puntos de concentración en el centro de Teherán. Después vino la carga policial contra las personas que estaban apostadas en las esquinas, no solo partidarios de Musavi sino también algunos transeúntes curiosos.

Familias golpeadas

"Me han golpeado a mí, a mi padre y a mi hermana pequeña", dijo un joven que recibió un fuerte golpe en la pierna mientras intentaba escapar.

Una chica enfundada en un chador, la túnica negra que deja al descubierto solo la cara y la manos, sollozaba sentada en la acera de un callejón de la plaza. También hubo enfrentamientos en los alrededores del Ministerio de Interior, situado no muy lejos de la plaza Golha. "Hermanos policías necesitamos protección", gritaron unos manifestantes a varios metros de los agentes. "Muerte al dictador bajito", cantaron otros, en alusión al presidente Ahmadineyad. La tensión aumentó cuando empezaron a arder en la avenida varios contenedores de basura.

Los basiyis --milicianos civiles que apoyan al presidente-- echaron una mano a las fuerzas del orden público. Un grupo de ellos tuvo que salir por piernas tras quedar atrapados en medio de una nube de vehículos que hicieron sonar su cláxones cuando pretendían atrapar a varios manifestantes, la gran mayoría jóvenes, que habían prendido fuego a varias bolsas de basura.

Los incidentes duraron varias horas y no llegó la calma hasta media tarde. Pero algo había cambiado. Mucha de la gente que se expresaba hace apenas tres días sin temor sobre su opción de voto y las esperanzas de cambio en la recta final de la campaña electoral prefirió no hablar a los periodistas y, si lo hizo, fue con tensión en el rostro, con voz entrecortada y mirando continuamente de soslayo a su alrededor.

Desesperanza

"Volvemos a lo de antes", dijo una joven con los ojos humedecidos. Ya de noche, después de que el presidente se dirigiera por televisión al país, fueron los seguidores de Ahmadineyad los que expresaron su alegría por las calles de la capital, bien haciendo sonar el claxon de sus coches o paseando por las avenidas en motocicletas.