Después de airear durante semanas su oposición frontal a la revisión del Tratado de Niza, José María Aznar dio ayer marcha atrás y aceptó abrirse al "diálogo y la discusión". Aznar aparcó su beligerancia tras recibir duras críticas de los líderes de los principales países de la UE en la sesión inaugural de la Conferencia Intergubernamental (CIG) que deberá aprobar el futuro Tratado Constitucional europeo.

En rueda de prensa posterior al encuentro, Aznar exhibió un perfil conciliador y barajó una serie de fórmulas genéricas para, en el mejor de los casos, amortiguar la previsible pérdida de peso que sufrirá España en la UE con la revisión de Niza. No descartó vetar el Tratado Constitucional si el futuro reparto de poder institucional le resulta inaceptable.

Pese a contar sólo con el apoyo seguro de Polonia, intentó exhibir seguridad y confianza en su capacidad negociadora. "Estoy tranquilo. No me siento solo, ni aislado. Estoy encantado, muy contento", dijo. Y se jactó de ser un "veterano en esas cosas".

Preguntado si se considera una "china en el zapato" de la UE, dijo a la periodista: "Más vale que le teman; si no, no negocie". Y le aconsejó: "Si algún día tiene que negociar, negocie bien, en serio. Luego conseguirá lo que pueda".

Tanto en la reunión de la CIG como con los informadores, Aznar insistió en defender la vigencia del Tratado de Niza, pactado en el 2000, que dio a España y Polonia un poder de decisión en el Consejo casi igual al de Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. Sin embargo, habló de buscar el modo de conservar el espíritu de Niza.