Todo comenzó el 19 de noviembre del 2005. Una bomba artesanal al paso de un convoy mató al cabo Miguel Terrazas, de 20 años. En las horas siguientes, 24 iraquís perdieron la vida. Según la versión inicial de EEUU, la explosión mató a un marine y a 15 civiles, lo que obligó a los soldados a disparar y a matar a ocho insurgentes.

Mientras familiares de algunos muertos recibían 2.500 dólares (1.933 euros) de compensación, la revista Time publicó la versión de los supervivientes en la que se relata cómo los marines perdieron los estribos tras el atentado. Al comprobarse que los muertos iraquís tenían heridas de bala, Bush prometió castigar a los responsables si se probaba que cometieron una falta.