Después de dar puñetazos durante seis años entre las rejas de la cárcel tailandesa en la que cumple condena por tráfico de drogas, Siriporn Thaveesuk aspira a recobrar la libertad por haber ganado el título de campeona del mundo de boxeo en la categoría minimosca.

Esta joven de 24 años, conocida en los cuadriláteros como Sanson Sor Siriporn, es desde su victoria, ayer, la nueva heroína de los aficionados al boxeo, el deporte más popular en Tailandia.

Encarcelada por traficar con píldoras de una droga que causa estragos en Tailandia, la meta-anfetamina, y condenada a una pena a diez años de presidio, la boxeadora aguarda ahora a salir en libertad bajo palabra como premio por haberse hecho con la faja del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en la categoría del peso minimosca.

Siriporn, la primera reclusa que gana un título mundial de boxeo, se ciñó la faja de campeona tras vencer a los puntos a la japonesa Ayako Miyana, en el combate celebrado en el sórdido y atestado presidio de Klong Prem, llamado también "Bangkok Hilton".

El combate, que tuvo lugar en un cuadrilátero levantado en uno de los patios de la prisión, fue supervisado por oficiales del CMB, y presenciado por varios cientos de presidiarios eufóricos, que eran vigilados por decenas de guardias.

Al término de la contienda y mientras Siriporn seguía dando saltos de alegría sobre la lona arropada por guardias y presos, el director general del departamento de Instituciones Penitenciarias, Nathee Chitsawang, se apresuró a asegurar que de inmediato se iniciarán las gestiones para que la nueva campeona pueda defender su título en el extranjero.

"A partir de ahora, su vida cambiará", afirmó el funcionario sobre la ganadora. La carrera pugilística de Siriporn, nacida en una pequeña aldea de Lopburi y huérfana desde muy temprana edad, se reduce a unos combates contra otras reclusas de diversos penales y a nueve peleas internacionales con boxeadoras asiáticas, de las ha ganado seis.

"Únicamente pretendo probar que los pájaros enjaulados pueden volar bien por mucho que en el pasado lo hayan hecho mal", declaró la campeona, quien asegura que su gran sueño es abrir en su pueblo una modesta tienda de comestibles.

Por esas seis victorias en el cuadrilátero, dos de ellas tras noquear a su adversaria, las autoridades penitenciarias premiaron a Siriporn con una reducción de la sentencia de 38 meses, lo que animó a otras reclusas a ponerse los guantes.

"Esta victoria de Siriporn inspirará a otros internos que cumplen condenas por tráfico de drogas a apartarse de ese mundo", opinó el director general de los presidios de Tailandia, incluido el de Ban Kwan, donde se llevan a cabo las ejecuciones de los narcotraficantes condenados a la pena de muerte.

A Siriporn, de 1,60 metros de estatura, sus éxitos en el ring le han servido para ganarse la admiración de la población reclusa y para recibir un trato especial en la cárcel, donde, al contrario que otras compañeras que soportan el asfixiante calor en el gimnasio, ella entrena cada día entre los muros del patio bajo las instrucciones de su entrenador.

La menuda Siriporn tampoco sufre el característico hacinamiento de casi todos los presidios tailandeses, pues duerme en una amplia celda para reclusas privilegiadas, y tiene además derecho a elegir una dieta diferente a la del resto de las presas, que subsisten por lo general a base de arroz, algún huevo y contados pedazos de carne.