La solemne y ceremoniosa apertura anual del Parlamento británico marcó ayer extraoficialmente el comienzo de la campaña electoral en el Reino Unido. Los 10 proyectos de ley que la reina Isabel II leyó en nombre del Gobierno resumían el programa de los laboristas para conseguir un cuarto e improbable mandato.

Sin tiempo material antes de los comicios en primavera para transformar la mayoría de las propuestas en leyes, el primer ministro, Gordon Brown, quiso marcar las líneas generales que decidirán la suerte en las urnas. Una batalla en la que Brown parte como perdedor en los sondeos y que estará centrada en la crisis y en la recuperación económica.

El jefe del Ejecutivo prometió reducir el déficit público, que este año alcanzará el 12,4% del PIB, con una deuda que supera los 900.000 millones de euros. Una nueva ley sobre "responsabilidad presupuestaria" sería el arma para dejar en la mitad el déficit en un plazo probable de cuatro años. Lo desorbitado del agujero en las finanzas públicas se debe en buena parte al dinero inyectado para salvar la banca y a la reducción de la recaudación fiscal. El jefe del Ejecutivo propuso también el reforzamiento de la legislación para controlar las gratificaciones a los banqueros e impedir en el futuro "riesgos imprudentes" y "excesivos".

En el terreno social, Brown prometió regenerar las escuelas públicas más problemáticas, mejorar la seguridad en las calles y velar por la calidad de vida de los ancianos más necesitados, de modo que puedan seguir viviendo durante el máximo tiempo posible en sus propios hogares.

DEMASIADO TARDE Las promesas sociales llegan sin embargo demasiado tarde. Los ciudadanos se encuentran con que después de tres mandatos consecutivos, los laboristas no han conseguido atajar esos ni otros problemas. "Se les ha acabo el tiempo, las ideas y el valor", declaró el líder conservador, David Cameron, que camina con paso seguro hacia el 10 de Downing Street.