Todos contra Bush. Así puede resumirse la reacción al envío de 21.500 soldados adicionales a Irak, anunciado en la madrugada del jueves por el presidente de EEUU, George Bush. Los ciudadanos, la oposición demócrata y hasta el ala moderada de su formación, el Partido Republicano, rechazaron ayer de plano la escalada de la participación de Washington en una guerra cuyo fin nadie vislumbra, y donde han caído ya más de 3.000 soldados estadounidenses.

El envío "es un error trágico", arremetió el senador Joseph Biden, una de las figuras demócratas que dispararon sin piedad contra la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el nuevo secretario de Defensa, Robert Gates, durante sus comparecencias de ayer ante el Congreso para explicar el plan de Bush. "Si se lleva a cabo, el envío será el desatino más peligroso en política exterior de este país desde Vietnam", añadió el senador republicano Chuck Hagel. Pero quien mejor resumió la situación fue el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid: "Al decidir una escalada en la guerra, el presidente se ha quedado virtualmente solo". Los demócratas podrían paralizar el anuncio de Bush forzando una votación sobre la reautorización de la guerra de Irak o bloqueando la petición que hará el presidente en febrero para aumentar el presupuesto de Defensa.

RECHAZO EN LOS SONDEOS Los ciudadanos fueron igualmente críticos con el plan de Bush, pues dos sondeos de AP-Ipsos y ABC-Washington Post cifraron en 70% y 61% respectivamente el número de estadounidenses que rechazan el aumento de los 135.000 soldados que hay ya en Irak. Un país que Estados Unidos nunca debió invadir, piensan ahora los ciudadanos por apabullante mayoría, pues solo un 35% respalda la decisión del presidente Bush de atacarlo.

El propio presidente aceptó el jueves el mal manejo de la guerra. "La responsabilidad es mía por los errores que se han cometido", declaró en su discurso televisado. Pero acto seguido trató de justificar una política totalmente contraria a los deseos de la población y a las recomendaciones de los expertos, asegurando que "el compromiso de EEUU en Irak no es indefinido".

Bush recalcó, además, que retirará su apoyo al Gobierno iraquí que preside Nuri al Maliki "si no cumple sus promesas", que pasan por combatir a los insurgentes aportando más tropas.

Aunque ni Bush ni su plana mayor ofrecieron un calendario para la permanencia de los soldados adicionales en Irak, el nuevo jefe del Pentágono, Robert Gates, comentó que en un par de meses Washington debería saber ya si los iraquís son o no capaces de hacerse cargo de la seguridad de su propia nación y, particularmente, de la capital, Bagdad. Según el plan de Bush, deben ser las propias tropas iraquís, reforzadas por 17.500 nuevos soldados de EEUU, las que encabezarán las operaciones para limpiar los barrios más asolados por la sangrienta violencia.

LUCHA A LARGO PLAZO Gates anunció también un importante cambio de política en el Pentágono, con la decisión de aumentar en 92.000 soldados las filas del Ejército de Tierra y de los marines, precisamente los dos cuerpos más volcados en los conflictos de Irak y Afganistán.

El aumento se escalonará en un lustro, a cuyo término el Ejército de Tierra contará con 65.000 soldados más hasta llegar a los 547.000 efectivos, mientras que los marines crecerán en 27.000, para un total de 202.000. Con este refuerzo militar, que costará unos 15.000 millones de dólares anuales (11.500 millones de euros), Gates se propone "aumentar la capacidad de combate" para luchar contra el terrorismo a largo plazo.