Tláhuac es el México profundo en medio de la capital; Tecamachalco, una zona residencial en el vecino estado de México. En medio, el destino, la noche y la política.

En Tecamachalco, dentro de un coche, con una bolsa de plástico que lo ha "sofocado o asfixiado", según la policía, está Enrique Salinas, hermano menor del expresidente Carlos Salinas (1988-1994), un exgobernante que sigue al pie del cañón.

Muchos aseguran que "el ingeniero Enrique Salinas 52 años era el cerebro financiero del clan Salinas". La policía francesa sospechó durante los años del Salinato que él lavaba una fortuna ilícita. "Enrique fue víctima de un acto delictivo y cobarde perpetrado por individuos no identificados", declaró la familia en un breve comunicado. El presidente del país, Vicente Fox, afirmó que "no es un asesinato político". "El apellido Salinas no implica necesariamente un escándalo político", añadió.

Este asesinato volvió a sacudir el país, 13 días después de que en Tláhuac una turba enloquecida linchara y quemara ante las cámaras de televisión a tres miembros de la Policía Federal Preventiva (PFP). Dos murieron; sus últimas palabras fueron para llamar por teléfono a sus superiores. Todos intervinieron tarde, dos horas después: sólo salvaron a uno y sigue grave. La versión oficial: "Investigaban el narcomenudeo tráfico de drogas". La gente los linchó porque "se corrió la voz" de que "fotografiaban niños a la salida de la escuela, y en Tláhuac, como en otros sitios, desaparecen niñas y niños", comentan los vecinos.

Contraespionaje

En realidad, dicen algunos analistas, "los agentes investigaban a un profesor", "buscaban guerrilleros". Varios miembros de los servicios de espionaje aseguran que "la turba actuó guiada por un sistema de contraespionaje de la guerrilla" que sigue en la Sierra Madre, "el Ejército Popular Revolucionario o alguna de sus escisiones". Otros afirman que la gente defendió a los buscados.

Después del asesinato de Salinas y con la excusa del linchamiento, Fox dio ayer un golpe de puño sobre la mesa que hizo rodar cabezas. Destituyó no sólo al jefe de la PFP que no acudió a ayudar a sus hombres en Tláhuac, sino también al jefe de seguridad pública de la capital. Mientras, en Tláhuac, la policía sigue buscando gente casa por casa. Los helicópteros revuelven la nata contaminada que cubre México DF.