En los errores republicanos del 2016 creen haber encontrado los demócratas la respuesta a sus ansiedades en el 2020. Hace cuatro años Donald Trump ganó la nominación conservadora con menos del 45% de los votos. Durante meses el partido asistió horrorizado al ascenso del magnate neoyorquino y trató de confabularse para impedir que se convirtiera en su candidato. No lo consiguió. En gran medida porque no logró que el voto anti-Trump se consolidase en un solo candidato. Tanto el moderado John Kasich como el ultraconservador Ted Cruz se mantuvieron en la pelea casi hasta el final, mientras que Marco Rubio no se retiró hasta después del supermartes, tras acaparar más del 10% de votos. Una lección a la que se agarra ahora el Partido Demócrata para frenar a Bernie Sanders, su particular bestia negra.

Desde el sábado pasado los parámetros de sus primarias han cambiado radicalmente. La imponente victoria de Joe Biden en Carolina del Sur sirvió para resucitar su campaña y para cerrar el camino de Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, sus principales rivales por el voto moderado hasta entonces. Aunque ambos prometieron seguir en la carrera, sorprendieron al anunciar que se retiraban antes del supermartes, en el que están en juego 15 estados y territorios, más del 30% de todos los delegados que nominarán al candidato en la Convención de Milwaukee. Un preludio que les sirvió para anunciar su apoyo a Biden para unificar el voto centrista.

Ese gesto es lo más parecido a un cambio en los términos del juego en lo que va de primarias, el movimiento que llevaban tiempo reclamando los popes del partido para poder cerrar filas en torno a un solo candidato y acabar con la fragmentación del voto moderado que le ha servido al socialdemócrata Sanders para ir ganando estados y situarse como favorito. La reconciliación se escenificó ayer en Tejas, en dos actos distintos, quizá porque Buttigieg y Klobuchar no se pueden ver tras meses de encontronazos. «Estoy encantado de apoyar a Biden, alguien con una extraordinaria elegancia, amabilidad y empatía», dijo el joven exalcalde de South Bend en Dallas. Palabras que el vicepresidente de Barack Obama le devolvió, comparando a Buttigieg con su hijo Beau, fallecido en el 2015 de un tumor cerebral.

ILUSIÓN / Klobuchar hizo lo propio horas después en un mitin con el candidato, donde también contó con el respaldo de Beto O’Rourke, una de las estrellas fugaces de estas primarias. «Biden puede unir a nuestro país y construir una coalición que ilusione tanto a las bases demócratas como a los independientes y los republicanos moderados», dijo la senadora por Minnesota. Sus respectivos avales fueron seguidos en cascada por los de varios notables del partido: la exasesora de Seguridad Nacional, Susan Rice; el exsenador Harry Reid; la viuda de Ted Kennedy, Victoria Kennedy. Una lista que va engordando desde el lunes y que podría añadir en breve a Kamala Harris, otra de las precandidatas de estas primarias.

Esas adhesiones están llamadas a traducirse también en una lluvia de donaciones para Biden, una de las campañas peor financiadas hasta la fecha. En febrero recaudó 18 millones de dólares, cinco de ellos el domingo después de ganar en Carolina del Sur. Una cifra que está sin embargo muy lejos de los 46 millones recaudados por Sanders ese mismo mes. Ahora falta ver si la apuesta del establishment por Biden dará los resultados esperados porque no hay garantías de que todos los votos de Buttigieg y Klobuchar vayan a ir a Biden.

Ayer entraba en escena el multimillonario Mike Bloomberg, que ya ha gastado unos 500 millones de dólares en campaña y competirá con Biden por el voto centrista. Y también es posible que haya una fuga hacia Elizabeth Warren, quien ha perjurado que llegará hasta la Convención de julio. Estos cambios tectónicos no resuelven el dilema que recorre el partido entre las ambiciones de una izquierda que sueña con cambios profundos para abordar los problemas estructurales del país y un sector más moderado que se conforma con hacer reformas más o menos cosméticas al estatus quo.