"Esto no se le hace a un hombre", dice un cajero que se abanica con un cartón, mientras espera que llegue la una de la tarde y se encienda el aire acondicionado, como sucederá en todos los locales de La Habana, castigada por derrochar electricidad.

Durante el primer cuatrimestre del año, y más aún la capital, Cuba tuvo un exceso de consumo eléctrico del 3%, lo que exigió la compra de 40.000 toneladas de combustible adicionales, es decir, un desembolso de 100 millones de dólares no previstos en el presupuesto nacional. Para hacer frente a esta situación, desde el 1 de julio existe en toda la nación, y en especial en la capital, una ley seca para el gasto de electricidad.

Frente a ello, el Gobierno adoptó un plan para evitar "el recurso final de los apagones". Pero ese recurso final ya tiene horarios de corte.