Ya le habían dado por muerto varias veces en los años anteriores. Tanto rusos como estadounidenses se habían puesto la medalla en más de una ocasión. Pero Abu Bakr Al Bagdadi, el líder del Estado Islámico (EI), siempre acababa por reaparecer y desmentir a todos. Fugitivo desde hace dos años -momento en el que empezó a caer y a ser derrotado en Siria e Irak el EI-, Al Bagdadi, algunas veces airoso, otras por los pelos, sobrevivió a todos los intentos de asesinarlo.

Hasta este domingo: «Esta noche, EEUU ha hecho justicia con el mayor terrorista del mundo. Abu Bakr Al Bagdadi está muerto. Ha muerto al final de un túnel, acorralado y llorando, gritando y sollozando», ha dicho el presidente estadounidense, Donald Trump, en una declaración hecha con toda la pompa posible ante una noticia como esta. A un año de las elecciones en EEUU, Obama tuvo a su Bin Laden; Trump, a Al Bagdadi.

«Era un violento y un sanguinario, y ha muerto de forma violenta y sanguinaria. Ha muerto como lo que era: un perro y un cobarde. Y ahora el mundo es un lugar mejor y más seguro. Dios bendiga América», ha dicho Trump.

DE MADRUGADA / El presidente ha asegurado que en la operación conducida en el noroeste de Siria participaron ocho helicópteros y un número indeterminado de fuerzas especiales estadounidenses. Al Bagdadi se escondía junto con sus dos mujeres, hijos, y guardia personal en unas casuchas de la aldea de Barisha, situada en la provincia rebelde siria de Idleb y controlada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), la antigua Al Qaeda en Siria.

Puede parecer extraño, pero no le protegían: HTS y el EI han sido rivales y enemigos desde hace años; el líder de HTS, de hecho, ha celebrado la muerte de su rival, aunque ha lamentado que quienes hayan conseguido hacerlo hayan sido los «infieles y no los combatientes de la fe verdadera», es decir, la suya.

En el ataque, además de Al Bagdadi, han muerto ocho personas más, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH): la familia del líder yihadista, su guardia y algunos altos cargos del EI.

Ninguna de ellas estadounidense, de acuerdo con Trump, que ha confirmado también la captura de varios militantes yihadistas. Al Bagdadi, cuya muerte han confirmado los estadounidenses tras un análisis de ADN posterior, se voló por los aires con un cinturón de explosivos para no ser capturado mientras trataba de escapar a través de un túnel. Estaba, en ese momento, rodeado por su familia.

La operación habría contado con la ayuda indispensable Gobierno de Irak y las milicias kurdosirias, las YPG, a las que Trump abandonó hace dos semanas, según han confirmado las milicias. Trump ha agradecido también la cooperación de Rusia y Siria. El líder del grupo kurdosirio ha asegurado que su inteligencia llevaba cinco meses siguiéndo la pista a Al Bagdadi, quien, se cree, escapó en el último momento cuando el EI fue acorralado en el sureste de Siria, en marzo de este año. «Nuestras fuentes en Siria -ha dicho un oficial iraquí a la agencia Reuters- confirman el éxito de la operación después de que descubriésemos su escondrijo mientras intentaba conseguir que su familia cruzase a Turquía desde Idleb».

La muerte de Al Bagdadi pone fin a sus más de nueve años al frente del Estado Islámico, una organización que el mismo ayudó a fundar como una escisión de Al Qaeda en Irak. Su desaparición, sin embargo, no significa ni mucho menos el fin del Estado Islámico. El grupo yihadista, aunque mermado y sin territorio bajo su control, sigue contando con decenas de miles de seguidores en todo el mundo y células en Irak y Siria.

Tras el anuncio de la muerte del líder de Estado Islámico a bombo y platillo, la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, del Partido Demócrata y enemiga acérrima del presidente, se ha quejado, en un comunicado, de que el presidente informase antes a Rusia que a la Cámara sobre la operación.