La economía de EEUU está recuperando su pulso vital. Los datos lo avalan. De un crecimiento negativo para el 2009 del -2,5%, la previsión (y al alza) para el 2010 es del 2,7%, y del 2,1% para el 2011. En positivo, y desde ya: la tasa del tercer trimestre anualizada es del 2,1%, pese a que la interanual ofrezca aún valores negativos. Resulta, además, curioso que las propias previsiones revisadas (las del National Bureau of Economic Analysis) den cifras algo inferiores a las enunciadas ayer mismo por el Fondo Monetario Internacional (FMI); al contrario de lo que ha sido la respuesta gubernamental española, desafiando los malos presagios del Fondo. Parece por tanto, que a un año de la toma de posesión de Obama, resurge el animal spirit del Business estadounidense.

Persisten, sin embargo, algunas incertidumbres. La procedente de la actuación del Gobierno primero; esto es la constatación de que Obama no es superman. Dejar desprotegida políticamente a la candidata demócrata de Massachusetts le puede costar al presidente el incumplimiento más flagrante de una de sus promesas electorales: la reforma sanitaria. Sin embargo, no es este el único frente abierto al que se ha de dar respuesta.

La pérdida de apoyo electoral corre en paralelo al incremento de las cifras de paro. De menos del 8% hace un año al 10% actual. Correlación espúrea o causalidad, un paro en EEUU del 10%, pese a su desigual dispersión sectorial y geográfica, es mucho paro. Es paro de verdad, ya que a este se asocia la pérdida de seguro sanitario.

El arma de respuesta demó- crata es el impulso fiscal de los planes de ocupación. Lo que implica que las promesas de contención del elevado déficit público actual, en torno al 10%, a través de la anunciada congelación del gasto, pueden no resultar creíble para los mercados. El impulso fiscal estimado para el 2010, como coste de las medidas discrecionales relacionadas con la crisis, comparado con la situación anterior a esta, alcanza casi dos puntos del PIB, y la presión de voces influyentes en las filas demócratas, como Paul Krugman, abogan por su aumento y no su disminución.

EL PODER CHINO La falta de empatía de la Administración de Obama con el emergente poder chino introduce también algunas incertidumbres. Existen riesgos si el elevado superávit comercial de los países emergentes, y del gigante chino en particular, focaliza otras divisas u otros destinos de sus inversiones, o se vuelca en mayor medida en consumo interno aun a riesgo de su tasa de inflación.

Son deberes todavía pendientes de la Administración de Obama poner en cintura a parte de su sistema financiero, para que el resurgimiento del animal spirit bancario sea menos animal.