El terremoto electoral bávaro ya sacude a la capital de Alemania. Las elecciones celebradas este domingo en Baviera volvieron a golpear duramente a los conservadores de la Unión Socialcristiana (CSU) y a los socialdemócratas (SPD), los dos socios del Gobierno encabezado por Angela Merkel, con unos pésimos resultados que amenazan de nuevo la estabilidad del Ejecutivo.

La estrategia de la CSU fue un fiasco. Preocupados por el hecho de que el ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) le robara el voto antiinmigrantes, los conservadores no dudaron en girar a la derecha para adoptar posiciones más duras, señalando a la inmigración como «madre de todos los problemas» o instrumentalizando el cristianismo al volver a colgar cruces en los edificios públicos.

Sin embargo, ese viraje resultó fatal para la CSU, pues además de no repescar el voto ultraderechista abandonó parte del centro político. Sus exabruptos nacionalistas indignaron al votante centrista. El 73% de sus partidarios criticaron que el partido se centró demasiado en los refugiados y la inmigración, mientras que el 54% de sus votantes incluso los acusó de abandonar sus valores cristianos. «Girar a la derecha fue un error», reconoció ayer el conservador Armin Laschet, ministro-presidente del estado de Renania del Norte-Westfalia.

HUNDIMIENTO DEL SPD /Así, la sangría se ha producido por ambos flancos. De los 530.000 votos que la noche del domingo perdió la CSU, unos 170.000 optaron por los Verdes; 160.000, por AfD; otros 160.000, por los liberal-conservadores Electores Libres, y otros 40.000 por el Partido Liberal (FDP). Aunque de momento el ministro del Interior y líder bávaro Horst Seehofer descarta dimitir, está cada vez más cuestionado en el partido.

Los comicios no pueden reducirse a un plebiscito sobre la cancillera, pero la derrota de sus aliados puede mermar su autoridad como tótem del conservadurismo en un momento en que se prepara para su reelección como presidenta de la CDU en el congreso que el partido celebrará en diciembre.

La CSU ha sido la cara más visible de la derrota en Baviera, pero el fracaso también tiene color rojo. Como viene siendo norma, el SPD volvió a ser el más damnificado en los comicios regionales, desplomándose hasta 10,9 puntos respecto al 2013. Con el 9,7% de los sufragios, el partido socialdemócrata más antiguo de Europa es ahora la quinta fuerza en Baviera, una nueva señal de alerta para las élites de Berlín. «Ha sido un muy mal resultado», se limitó a decir una cabizbaja Andrea Nahles, presidenta del partido.

«La durabilidad de la gran coalición está disminuyendo. No hay razón para mantenerla a cualquier precio. Seguir así no es una opción», lamentó su vicepresidente, Ralf Stegner. El líder de las juventudes socialdemócratas Kevin Kühnert fue más allá, cuestionando un acuerdo de gobierno con Merkel al que se opuso desde el principio. «O volvemos a intentar que los socios de la coalición entren en razón o nos vamos», remarcó.

La más que evidente mala relación entre la cancillera y Seehofer se ha acentuado en los últimos meses. Tras una intensa pugna interna por el poder, Markus Söder fue elegido por sus correligionarios de la CSU como relevo de Seehofer al frente del Gobierno bávaro. Seehofer puso rumbo a Berlín para ocupar el ministerio del Interior y Patria, y hoy es hoy el político más impopular de Alemania.