En la autopista Siglo XXI hay coches volcados, camiones en llamas. Los peajes están ametrallados. Cuando todo el mundo aún mira hacia Cancún, donde México protagonizó la cumbre sobre el cambio climático, en Michoacán, el estado natal del presidente, Felipe Calderón, se vive como nunca una narcoguerra que ahora cumple cuatro años. El Ejército, la Marina y la policía federal se enfrentan desde el jueves al cártel de La Familia Michoacana en una guerra abierta. Los visitadores de Derechos Humanos señalan que hay aldeas "sitiadas y arrasadas" en el valle de Apatzingán. Varios senadores hablan de "barbarie".

Todo México celebró ayer la mayor fiesta del año, la Guadalupana. Aquí, hasta los hombres se llaman Guadalupe. Pero Guadalupe Jaimes, exalcalde de Apatzingán, lloraba a su hija Emma, de 17 años. Murió en el fuego cruzado; algunos señalaron que fue en un retén. Y una pareja lloraba a su bebé de ocho meses, Santiago Trinidad. Lo alcanzó una bala perdida. En otro lugar, una ceremonia marcial enterró a cinco policías. Hubo al menos otro civil y tres sicarios muertos.

El Ejército retomó el sábado aldeas como Guanajuatillo, El Alcalde u Holanda. Los sicarios escaparon sierra arriba. Pero surgieron otros que bloquearon autopistas y carreteras y quemaron vehículos y alguna gasolinera.

CAPO TIROTEADO Porque la noche del jueves, en medio de intensos tiroteos, murió el mesiánico capo Nazario Moreno, el Chayo, que decía "administrar la justicia divina". Aunque de esa muerte solo hay una foto. El diario La Jornada informó: "La orden de sus superiores es encontrar el cuerpo a cómo dé lugar".

En cualquier caso, al Chayo le suceden Jesús Méndez, el Chango, y Servando Gómez, la Tuta, el jefe mafioso que hasta el sábado aún cobraba como maestro. Y la escalada de violencia está asegurada.