Al menos 95 personas murieron ayer y casi 600 resultaron heridas en una serie de explosiones encadenadas en el centro de Bagdad. Fue la jornada más sangrienta en un año y medio y se produce dos meses después de que las tropas de EEUU se retiraran de las ciudades de Irak. La matanza evidencia la incapacidad de las fuerzas iraquís de atajar la violencia y pone en entredicho la capacidad del Gobierno de Nuri al Maliki de garantizar la seguridad, cuestión con la que se juega su reputación.

Cinco edificios gubernamentales fueron blanco de explosiones de bomba y disparos de mortero. El más afectado fue el Ministerio de Exteriores, delante del cual estalló un potente camión bomba. Está situado muy cerca de la ultraprotegida Zona Verde, que alberga la sede del Gobierno y varias embajadas, incluida la de EEUU. La deflagración rompió los cristales del Parlamento, que se halla dentro de ese recinto.

"Las ventanas del Ministerio de Exteriores saltaron por los aires y dentro hubo una carnicería. Pude ver a trabajadores del ministerio, periodistas y guardias de seguridad entre los muertos", afirmó una empleada de dicho ministerio.

Un periodista de la agencia France Presse vio varios cuerpos calcinados dentro de coches que circulaban por delante del edificio cuando se produjo la explosión. Estos mismos coches se convirtieron en bombas al incendiarse y estallar sus depósitos de gasolina. El atentado provocó un cráter de tres metros de profundidad y diez de largo.

El Ministerio de Finanzas fue el objetivo de otro camión bomba que un kamikaze hizo estallar. Allí murieron al menos 28 personas. "Estaba en mi casa y el techo se hundió", afirmó Hamid, que vive en un inmueble cercano al de Exteriores. "El Gobierno nos dijo que la seguridad había vuelto. ¿Dónde está?", añadió.

LOS MUROS El Gobierno iraquí había anunciado este mes que en 40 días iba a retirar los muros de hormigón que salpican la ciudad como barreras de protección. Con ello quería transmitir el mensaje de que la seguridad había mejorado y dar una señal de confianza en las fuerzas de seguridad de cara a las elecciones, previstas para enero. Horas después de los atentados, el primer ministro, Nuri al Maliki, ordenó una revisión de las medidas de seguridad. "Debemos admitir nuestros errores", dijo un portavoz del Ministerio de Defensa.

El saldo de víctimas puede aumentar, dado que se cree que hay cuerpos bajo los escombros. A última hora de ayer nadie había reivindicado la masacre, pero las sospechas recaían en los insurgentes sunís vinculados a Al Qaeda. Sin embargo, con las tropas de EEUU ya fuera de las ciudades, el blanco preferido de estos grupos eran las mezquitas y barrios chiís.

Como es habitual, se sucedieron las condenas internacionales, desde la UE hasta la ONU. EEUU indicó que no afectará a su plan de retirada de tropas.