China y Corea del Sur volvieron a indignarse con Japón por la visita que ayer realizó el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, al santuario Yasukuni, símbolo del imperialismo nipón. Aunque ayer fue la sexta vez que Koizumi acude a venerar a los caídos en la defensa de su patria, varias circunstancias han elevado en esta ocasión al rango de crisis diplomática las reacciones de los países que más sufrieron el imperialismo japonés. Koizumi eligió para la visita el 61º aniversario de la rendición japonesa en la segunda guerra mundial, una fecha en la que otros países asiáticos celebran la liberación del militarismo nipón.

La semana pasada se supo que incluso el antiguo emperador, Hirohito, dejó de pisarlo tras la inclusión de los criminales de guerra, pues al listado de los dos millones de muertos japoneses que se veneran en el santuario sintoísta se añadió en 1978 las de un millar de militares condenados por crímenes de guerra. Koizumi siempre se ha defendido afirmando que sus visitas son a título personal.

El expansionismo japonés mató a más de 30 millones de chinos en el siglo XX. En la toma de Nanking, el Ejército nipón asesinó a 300.000 personas.