El Líbano, en la boca del dragón", titulaba ayer el diario libanés An Nahar . Tras 18 meses de parálisis gubernamental y 6 de vacío presidencial, el Líbano está otra vez al borde de la ruptura. Violentos combates estallaron ayer entre partidarios del Gobierno y de la oposición, encabezada por el grupo proiraní Hizbulá y el partido cristiano de Michel Aoun, que mantiene barricadas en los accesos al aeropuerto de Beirut y varios barrios de la capital. Hubo al menos cinco muertos.

El clima de confrontación crece con el paso de las horas. Si el miércoles fue una huelga general lanzada por la oposición con el pretexto de la subida de los precios y la precariedad de los salarios, ayer la andanada adquirió un nuevo matiz. Hizbulá acusó al Gobierno de declararle la guerra, después de que el Ejecutivo anunciara su intención de desmantelar la red de telecomunicaciones de la milicia chií. Como primera medida despidió al jefe de seguridad del aeropuerto, acusado de instalar para Hizbulá cámaras de espionaje.

FRANCOTIRADORES En una conferencia de prensa televisada, el secretario general del Partido de Dios, Hassan Nasrala, afirmó que su red telefónica es "una herramienta esencial para dirigir el combate" y acusó al Ejecutivo de ponerse al servicio de EEUU e Israel. "Dije que cortaríamos la mano que toque las armas de la resistencia. Hoy es el día para cumplirlo", amenazó.

Inmediatamente después del discurso, estallaron los enfrentamientos, que se iniciaron en la céntrica zona beirutí de Corniche Masra y se trasladaron a los barrios de Ras El Nabah, Beshara Al Juri y Barbur, así como al valle de la Bekaa en el este del Líbano. En distintas zonas de la capital se produjeron explosiones causadas por proyectiles de mortero y se veía a francotiradores apostados en algunos edificios.

Ante el caos, el Gobierno libanés se planteaba ayer declarar el estado de emergencia. Pero dicha opción cuenta con la oposición del comandante en jefe del Ejército, Michel Suleiman. Según algunas informaciones, los militares temen que el virus de división sectaria que aflige el país se extienda en su seno.

Sin una solución en el horizonte, el miedo atenaza a la población civil, que ayer vio cómo los enfrentamientos se reproducían en Trípoli y el valle de la Bekaa. Docenas de comercios y colegios de Beirut han cerrado y algunas familias tratan de abandonar la ciudad. Con la carretera entre Beirut y Damasco cortada por las protestas y los vuelos del aeropuerto suspendidos, la única opción para huir es la emigración al interior.