El expresidente de la República Italiana Francesco Cossiga murió ayer en Roma a los 82 años, después de haber sido el más joven ministro de Interior (a los 48 años), primer ministro (a los 51) y jefe del Estado (a los 57). En este último cargo, tras la caída del Muro de Berlín (1989) y el fin del mundo repartido en esferas de influencia entre EEUU y la URSS, contribuyó al hundimiento de la llamada Primera República (1948-1993), que retrataba a pequeña escala aquella división de la guerra fría. Lo hizo siendo jefe del Estado y repartiendo unos hachazos contra la magistratura, los partidos y el Parlamento, tan inesperados y espectaculares que algunos creyeron que se había vuelto loco. Los comunistas del entonces poderoso PCI le denunciaron ante los órganos constitucionales y dimitió dos meses antes de terminar su mandato, en un discurso televisado que acabó diciendo: "Que Dios proteja a la patria".

Nació en Cerdeña (1928) en una familia aristocrática y era primo hermano del dirigente comunista Enrico Berlinguer. En 1978 dimitió como ministro del Interior tras el asesinato de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana (DC), secuestrado por las Brigadas Rojas. Como senador vitalicio apoyó al primer Gobierno de Silvio Berlusconi (1994), pero más tarde sostuvo al del progresista Romano Prodi (1996) antes de contribuir a su caída (1998) para apoyar al Gobierno del comunista Massimo D´Alema.

El último libro de Cossiga se titula Jode al poder . El expresidente ha dejado dicho que no quiere funerales oficiales.