La guerra contra el narcotráfico acabó por estallarle el jueves en las manos al presidente de México, Felipe Calderón. Y fue en Ciudad Juárez, la más violenta del país, donde las madres desgarradas y los familiares de víctimas inocentes, sobre todo de los 15 estudiantes asesinados hace dos semanas, le dieron la espalda o le plantaron cara al jefe del Estado, le pidieron la desmilitarización de la ciudad y su renuncia, e incluso le gritaron: "¡Asesino!" Muchos mexicanos se identificaron con esa mujer que se saltó la seguridad y el protocolo para pararse frente a Calderón: "Yo no le puedo decir ´bienvenido´, para mí no lo es. Porque aquí hay asesinatos y nadie ha querido hacer justicia. Juárez está de luto".

Luz Dávila perdió dos hijos en aquella fiesta que acabó en matanza el 31 de enero. "Les dijeron pandilleros a mis hijos. Es mentira. No tenían tiempo para andar en la calle. Ellos estudiaban y trabajaban", dijo la mujer en alusión a un desliz por el que Calderón pidió perdón. "Lo que quiero es justicia. Le apuesto que si hubiera sido uno de sus hijos, usted se habría metido hasta debajo de las piedras y hubiera buscado al asesino, pero como no tengo los recursos, no lo puedo buscar", sollozó Dávila encarándose al presidente y su esposa. "Pónganse en mi lugar".

Fue el momento culminante de un día aciago. Antes, Calderón se reunió con otros familiares de los 15 jóvenes asesinados. Pero muchos no quisieron asistir y pusieron pancartas: Te disculpas y renuncias .