Cien días después del golpe de Estado en Honduras, el presidente de facto, Roberto Micheletti, empezó a ceder y anuló el decreto que limitaba las garantías constitucionales y restringía las libertades civiles. Además de levantar el estado de excepción que paralizó el país durante nueve días, Micheletti, que llegó a decir que le gusta que le llamen Goriletti , admitió por primera vez dos cosas. Que "fue un error" que el 28 de junio los militares sacaran de Honduras al presidente depuesto, Manuel Zelaya. Y, sobre todo, que existe la posibilidad de que Zelaya vuelva al poder, tras las elecciones previstas para el 29 de noviembre. Una decisión que "tendría que tomar la Corte Suprema".

Un dialogante Micheletti se sacudía pulgas y protagonismos. El error fue de los militares, que decidieron llevar a Zelaya a Costa Rica "para evitar un derramamiento de sangre", declaró a una revista. La solución pasa por el reconocimiento de los comicios y 54 días más de espera. Tras unas elecciones transparentes, ya con un presidente electo, "se puede hablar de cualquier escenario, de cualquier solución", dijo en la televisión local. "Creemos que la patria es la primera razón para sentarse a dialogar y la vuelta al poder es una aspiración de Zelaya que habría que escuchar con mejores planteamientos legales".

PRESION DE VARIOS FRENTES Micheletti se pasó tres meses rechazando el regreso del presidente derrocado. Pero las presiones le llegan al Gobierno golpista por todos lados, incluso de sectores de la oligarquía y la política que apoyaron el golpe o cuanto menos la destitución de Zelaya. Una comisión de 10 ministros de Exteriores de la Organización de Estados Americanos llegará mañana a Tegucigalpa en un nuevo intento de buscar una salida negociada a la crisis.

Y el propio Manuel Zelaya se permite ofrecer la embajada de Brasil, en la que permanece desde hace 15 días, para la firma de un "acuerdo entre ambas partes". En un comunicado, y no por teléfono como ha venido haciendo, el presidente derrocado aseguró que la legación diplomática brasileña "proporciona el marco de seguridad nacional e internacional para la suscripción de este acuerdo". Sobre la mesa, un regreso virtual de Zelaya, si no en pijama, sí más maniatado de lo que lo sacaron de casa y del país. Micheletti aprovechó su cara conciliadora para recordar que Zelaya es un "muñeco" del presidente venezolano, Hugo Chávez, quien "le insufló ideas de grandeza y le dio dinero". Y a él mismo le bautizó como Goriletti .