El presidente egipcio Hosni Mubarak anunció ayer por la noche en un mensaje por televisión que no se presentará como candidato a las elecciones presidenciales que estaban previstas celebrarse en septiembre, lo que significa que dejará el poder cuando acabe su actual mandato.

La primera reacción al mensaje del rais salió de la plaza Tharir, escenario durante todo el día de ayer de una multitudinaria manifestación. Las personas que optaron por pasar la noche al raso en el centro de la ciudad, a pesar del toque de queda, estallaron en cólera y gritaron "¡Vete, vete ya!". Está claro que la decisión de Mubarak no aplacará la ira en las calles y tampoco será aceptada por los partidos de la oposición, a los que el rais , en su breve discurso, acusó de "manipular" las protestas de estos días.

POSIBLE SALIDA PACTADA La decisión de Mubarak, que huele a una salida pactada con el Ejército, evitará al presidente egipcio un final humillante, como el que tuvo el exdictador tunecino Zine El Abidine Ben Alí, que se vio obligado a huir precipitadamente del país. En su alocución, en la que dijo que era responsabilidad suya mantener el orden y la paz en el país antes de dejar el poder, anunció que se reformará la Constitución para, entre otras cosas, abrir la puerta a todos los partidos políticos.

Tal y como está redactada en la actualidad, los islamistas Hermanos musulmanes, la principal fuerza de la oposición, y Mohamed El Baradei, el director de la OIEA y Premio Nobel de la Paz, que se perfila como uno de los hombres claves en el futuro inmediato del país, no podrían presentarse como candidatos.

Las reformas tardarán su tiempo, por lo que las elecciones no se podrán celebrar en la fecha prevista. A pesar de que la intención de Mubarak es permanecer en el palacio presidencial hasta este otoño, no está claro si será él quien pilote los primeros pasos de la transición, o será su vicepresidente, el poderoso, Omar Suliman, el director de los servicios de inteligencia, y que parece ser ahora el hombre fuerte del Ejército. Ayer se supo que el exembajador de EEUU en Egipto, Frank Wizner, trasladó ayer a Mubarak el mensaje del presidente de Barak Obama de que no optase a otro mandato.

"Este es el país en el que he vivido y por el que he luchado. He defendido esta tierra", afirmó Mubarak, que en un arrebato de sentimentalismo aseguró: "Moriré en la tierra de Egipto". También dijo que se sentía "orgulloso" de lo que había conseguido durante los años que ha "servido al país y a su gente". El abandono del bastón de mando puede acabar también con la carrera política de su hijo Gamal, de 47 años, que se perfilaba como sucesor al trono .

Las masivas manifestaciones celebradas ayer en El Cairo y en las principales ciudades del país mantienen vivo el espíritu de la revuelta que empezó hace 9 días.

La presencia del Ejército en la calle, y no de la policía, hizo posible que todo fuera sobre ruedas ayer. No hubo violencia y, por primera vez, la marcha de la capital adquirió por momentos cierto carácter festivo.

La de ayer fue la tercera gran convocatoria, bautizada como manifestación del millón , después de la del 25 de enero y la del pasado viernes, y la primera de ellas que se celebró bajo la única vigilancia de los soldados. Las dos anteriores fueron reprimidas con mucha dureza por la policía. Ayer, en su discurso, Mubarak aseguró que, a partir de ahora, el cuerpo policial "respetará los derechos y las libertades del pueblo". Habrá que verlo.

Es la presencia de los militares lo que ha colmado los ánimos y, al contrario de lo que se podría pensar, no porque genere miedo, sino todo lo contrario. Es curiosa la confianza que los egipcios tienen en su Ejército, tal vez porque el líder más valorado y querido por la gran mayoría es un militar, el nacionalista Yamal Abdel Nasser, que acabó con la corrupta monarquía, fundó la república y se convirtió en el líder para la población árabe durante las guerras contra Israel.

Sacar fuera de la calle a la policía y sustituirla por los soldados y los carros de combate ha sido, probablemente, la mejor decisión en tema de seguridad tomada en esta crisis. El Ejército ya ha dicho que no disparará contra el pueblo. Si mantiene su promesa y sigue en la calle, aunque continúen las manifestaciones, la sensación de caos y desgobierno de la semana pasada desaparecerá. Esto es, en todo caso, lo que pretende el régimen.

Ayer, en los barrios lejos de Tharir, como la ciudad vieja o cayo islámico, había absoluta tranquilidad aunque, eso sí, con menos gente en la calle, y la que había se concentraba en los cafetines, donde se servía té y muchos clientes fumaban el narguile, la pipa de agua. Eran todavía visibles los efectos de los fuertes enfrentamientos que libraron las fuerzas antidisturbios y los manifestantes el pasado viernes. Vehículos en medio de la calle carbonizados y al menos tres comisarías casi en ruinas tras haber sido pasto de las llamas.

PROTECCION En Heliopolis, mientras tanto, un barrio de clase media-alta, situado a unos 10 kilómetros de Tharir, una gran grúa colocaba ayer por la mañana grandes tochos de cemento frente a una de las entradas del palacio presidencial, mientras los soldados subidos en los carros de combate que protegen la guarida de Mubarak observaban con curiosidad la operación.