Empujados por el espanto, miles de argentinos salieron ayer a las calles en todo el país para repudiar el asesinato de un maestro de la Patagonia que reclamaba mejoras laborales para el profesorado. "Las tizas no se manchan de sangre" fue la consigna de una protesta acompañada en las principales ciudades argentinas por huelgas parciales de educadores, transportistas, trabajadores del sector público y la industria.

Carlos Fuentealba tenía 40 años y enseñaba química en una paupérrima escuela de Neuquén, una de las provincias más prósperas del sur argentino gracias a los beneficios de su alta renta petrolera. El maestro participaba el viernes en una movilización docente en una carretera cuando un policía le disparó a quemarropa por la espalda. Lo escalofriante del caso es que el autor del crimen ya había sido condenado en dos ocasiones por torturador, pero nunca lo dieron de baja como agente de la policía.

El gobernador provincial, Jorge Sobisch, justificó la represión. "Tenemos que discutir si vamos a cumplir o no la ley y que las rutas tengan libre tránsito", dijo. Sobisch pertenece al Movimiento Popular Neuquino (MPM) y está enfrentado al presidente, Néstor Kirchner. La bonanza económica provincial lo llevó a imaginarse como un posible candidato presidencial de las fuerzas de derechas en las elecciones del próximo mes de octubre. Ahora, la oposición quiere someterlo a una moción de censura.