Se acabó la incertidumbre. El derechista Binyamin Netanyahu volverá a ser primer ministro de Israel. El presidente Shimon Peres encomendó ayer al líder del Likud la tarea de formar el próximo Gobierno, como se esperaba, 10 días después de las elecciones en las que Netanyahu quedó segundo. Nada más recibir el encargo, Netanyahu invitó a Kadima (que ganó los comicios) y a los laboristas a sumarse a su coalición. Y lo hizo enarbolando la bandera del miedo como arma de persuasión, símbolo de los tiempos que se avecinan. Irán, Hamás e Hizbulá, dejó ayer claro Netanyahu, serán sus prioridades.

El responsable, junto a Hamás, del descarrilamiento de los Acuerdos de Oslo vuelve a tener en sus manos 10 años después la jefatura del Gobierno. En campaña, Netanyahu ha reafirmado su oposición a la creación de un Estado palestino y a la paz con Siria a cambio de la devolución de los Altos del Golán. En su lugar, promete seguridad. ¿Su estrategia? Un buen ataque es siempre la mejor defensa.

"Desde hace décadas no nos hemos enfrentado a tantos retos a la vez", dijo el líder del Likud tras recibir el encargo de Peres. "Irán está desarrollando armas nucleares y presenta la mayor amenaza a nuestra existencia desde la guerra de la independencia. Sus satélites terroristas nos rodean por el norte y el sur", añadió, en alusión a la guerrilla libanesa de Hizbulá y al Gobierno palestino de Hamás en Gaza.

Para hacerles frente, Netanyahu tendió la mano a sus rivales, la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, y el titular de Defensa, Ehud Barak, para que se sumen a su Ejecutivo. Netanyahu tiene suficientes apoyos por la derecha para asegurarse el puesto, pero insiste en una amplia coalición con los partidos centristas. Y Peres comparte esa idea.