Poco antes de que el avión del presidente de EEUU, George Bush, tomara tierra en el aeropuerto de Bagdad, siete ataques con explosivos, cuatro de ellos cometidos por suicidas a bordo de coches bomba, hacían estremecer Kirkuk. Las explosiones acabaron con la vida de 18 personas y se registraron en menos de una hora. Todo parece indicar que la rama iraquí de Al Qaeda ha empezado a cumplir su amenaza de vengar la muerte de Abú Musab al Zarqaui.

El blanco de uno de los ataques fue un mando policial de la ciudad que resultó gravemente herido; uno de sus guardaespaldas murió. Minutos después, cuando agentes de policía y soldados estadounidenses acudían al lugar de la explosión, una bomba camuflada en una calle estalló, mató a 10 civiles e hirió a 11.

Un suicida en un vehículo con explosivos intentó volar la comisaría de Kirkuk. La policía le disparó antes de que lograra su objetivo; entonces, el kamikaze detonó la carga. Murieron dos agentes y cinco civiles resultaron heridos.

Otros tres suicidas atacaron dos locales de la Unión Patriótica del Kurdistán y una escuela de Derecho. El saldo fue de un muerto y ocho heridos. En Bagdad y sus alrededores, la policía halló a 14 personas asesinadas a tiros.