Casi 40 años después del mayo francés, vuelven a ser jóvenes --aunque no estudiantes, sino parados-- los que hacen temblar el statu quo del país vecino. Y la mano dura de Sarkozy sólo atiza las llamas de una hoguera alimentada por el 60% de desempleo juvenil que padecen muchas banlieues; como queda patente al registrarse más violencia en las provincias donde se ha instaurado el toque de queda que en los suburbios cuyos prefectos optaron por el diálogo y las medidas sociales. Así que la prolongación del estado de urgencia otoñal no atajará la sublevación ni atacará sus raíces.

*Periodista.