La fiesta terminó y el nuevo Gobierno brasileño no tardó en hablar el crudo lenguaje de la realidad. Mientras el presidente Luiz Inácio Lula da Silva recibía a sus homólogos de Cuba, Fidel Castro, y de Venezuela, Hugo Chávez, así como al Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, entre una larga lista de visitantes, su ministro Economía, Antonio Palocci, reiteraba que el afán del Gabinete del Partido de los Trabajadores (PT) será reducir el gasto público, respetar las metas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y contener la inflación.

"Nuestra principal meta es el ajuste definitivo de las cuentas públicas para poder garantizar la capacidad de cumplir los compromisos", dijo Palocci, del sector moderado del PT. Sus primeras palabras fueron saludadas con subidas en la Bolsa de Sao Paulo y un leve mejoramiento del real respecto del dólar.

CUESTION SOCIAL

Según el acuerdo con el FMI, Brasil debe alcanzar este año un superávit fiscal del 3,7% del PIB, objetivo que deja escaso margen a la acción pública. En ese sentido, el nuevo timón de la economía señaló que la lucha contra el hambre, uno de los principales objetivos que se trazó Lula, sólo se puede encarar con éxito si se utiliza con eficiencia el dinero destinado a la cuestión social.

El presidente del PT, José Genoino, reconoció que postergarán algunas promesas electorales si hay que evitar el regreso de la inflación, que en el 2002 fue del 12,4%, y amenaza con ser mayor este año.

El Príncipe de Asturias invitó a Lula a España, una visita para fortalecer los vínculos bilaterales. En los últimos cuatro años, España fue el mayor inversor extranjero en Brasil.