Para el presidente, el privilegio de nombrar a los jueces del Tribunal Supremo es en cierto modo la clave de su inmortalidad, o al menos, la garantía de que su herencia perdurará mucho tiempo. La razón es que, comparado con hace 200 años, el carácter vitalicio del nombramiento hace que los jueces duren ahora mucho más que quien les nombró. Hoy, de los nueve jueces del Supremo, siete han sido nombrados por cuatro presidentes republicanos. Y en el Senado, que ha de ratificar los nombramientos, los demócratas plantarán cara.

*Catedrático de Ciencia Política.