Irán mantiene viva la figura del gran ayatolá Ruhola Jomeini, el padre de la República Islámica que logró con ayuda de sus fieles seguidores acabar con la dictadura del sah de Persia, el entonces «gendarme de Occidente» en la región. De eso hace ya cuatro décadas y el Estado persa sigue rigiéndose por los mismos principios que instauró el clérigo chií, basados en la ley islámica y en el Velayat-e faqih, la supremacía de lo religioso sobre lo político.

Jomeini fue una figura clave para el triunfo de la revolución y su regreso del exilio el 1 de febrero de 1979, hoy hace 40 años, constituyó la estocada final a la dinastía del monarca Mohamed Reza Pahlevi. Son icónicas las imágenes del clérigo, de entonces 76 años, descendiendo con su barba de profeta blanca y envuelto en una túnica negra las escalerillas del avión de Air France que le llevó desde París a Teherán.

Cuando Jomeini pisó tierra iraní, hacía apenas un par de semanas que el sah había huido de Irán y aunque sus fuerzas seguían manteniendo cierto control en el país estaban mermadas y cada vez más desmoralizadas. La rendición final llegó solo diez días después.

Hacía años que Jomeini se había convertido en un referente para muchos de sus compatriotas por su contundente oposición a la monarquía a la que acusaba de «impía» y de estar al servicio de EEUU. Sus continuas críticas al régimen le costaron el exilio, donde permaneció 14 años, la mayoría en Nayaf, en Irak. Desde el extranjero no dejó de promover la caída de la dictadura.

Desde el momento en que se convirtió en la máxima autoridad política y religiosa de Irán, Jomeini dejó claro las reglas del juego de la recién constituida República Islámica: «Yo soy el que a partir de ahora designará al gobierno», dijo. La represión contra los opositores al régimen fue brutal. Jomeini, hombre de vida austera e implacable con sus enemigos, apoyó el asalto a la embajada de EEUU en Teherán y la toma de rehenes estadounidenses, algunos de los cuales permanecieron retenidos 444 días por los estudiantes.

Durante su mandato tuvo que hacer frente también a la invasión de territorio iraní por parte de Sadam Husein, entonces aliado de Washington. Una devastadora guerra que duró ocho años y que acabó con la vida de más de un millón de personas. Antes de morir en junio de 1989, el gran ayatolá lanzó la fatua (edicto religioso) que condenaba a muerte al escritor británico Salman Rushdie por su novela Los versos satánicos.

Diez años sin duda turbulentos y polémicos al frente del país. Para muchos iranís, el principal legado de Jomeini fue su lucha por acabar con la «sumisión» a EEUU y con todo tipo de influencia política y cultural de Occidente. Una forma, entienden sus seguidores, de proteger y recuperar la esencia de la identidad del pueblo de Irán. Jomeini creó un sistema político propio, único, ajustado a su pensamiento y que perdura hasta ahora en la figura de Alí Jamenei, su sucesor, actual guía supremo y verdadero hombre fuerte del régimen.

A lo largo de estos 40 años, la República Islámica ha tenido siete presidentes, conservadores y reformistas, aunque todos fieles al sistema político diseñado por Jomeini. En el 2009, hubo una revuelta popular pacífica para protestar por la reelección del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad como presidente del país, en unas elecciones calificadas de «fraudulentas» por la oposición. La protesta duró meses y fue reprimida a sangre y fuego.

El país está inmerso ahora en una guerra abierta con los países sunís de Oriente Próximo, bajo la dirección de Arabia Saudí, y que se libra en varios frentes. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, además, la situación de Teherán se ha debilitado. Washington no solo apoya a la alianza saudí sino que el año pasado se retiró del acuerdo nuclear firmado en el 2015 y ha reimpuesto las sanciones económicas a Irán.

Es en este contexto de penuria e incertidumbre que Irán celebra como cada año el Daheye Fajr (Década del Alba), en recuerdo al periodo que va desde el regreso de Jomeini al triunfo de la revolución. El poder sigue en manos del sector más duro. Hay una figura que empieza a surgir como posible sucesor de Jamenei. Se trata del clérigo Hasán Jomeini, nieto del gran ayatolá, de 46 años, uno de los mayores críticos del sector ultraconservador. Hasán Jomeini acompañó ayer al presidente reformista Rohaní al mausoleo del gran ayatolá. La batalla por la sucesión de Jamenei está abierta.